Salinas y la expresión
del sentimiento amoroso

El autor al alcance de los lectores infantiles

—"Hoy te han quitado, naranjo" (Primaria I)
"La niña llama a su padre 'Tatá, Dadá'" (Primaria I)
"El agua que está en la alberca" (Primaria II)
"Yo no te había visto" (Primaria II)
"Todo tiene nueva vida" (Primaria III)
"Cigarra que estás cantando" (Primaria III)

Hoy no te han quitado, naranjo

Hoy te han quitado, naranjo,
todas las naranjas de oro.
Las meten en unas cajas
y las llevan por los mares
a tierras sin naranjal.
Se creen
que te han dejado sin nada.
¡Mentira, naranjo mío!
Te queda el fruto dilecto
para mí solo, te queda
el fruto redondo y prieto
de tu sombra por el suelo,
y aunque éste nadie lo quiere,
yo vengo como un ladrón,
furtivamente, a apagar
en sus gajos impalpables
y seguros esa sed
que nunca se me murió
con el fruto de tus ramas.

Pedro Salinas. Presagios.

La poesía primera de Salinas siempre ha sido calificada como conceptismo interior, pasión de absoluto, "dialéctica entre el ser y el no ser, entre el amor y la nada" (Palley). Pero sin negar que su poética posea dichas cualidades, no sería riguroso entender a Salinas como un poeta "vuelto hacia sí mismo" porque por toda su obra fluye un nítido y refrescante río de pasión por el mundo que nace precisamente de sus apasionadas relaciones amorosas con el cosmos y con los otros.

Salinas está siempre dispuesto a valorar y descubrir en los seres y objetos que le rodean nuevos matices dignos de amor, de ternura o de amistad. Sabe sumergirse en busca de la esencia misma de su entorno no para recrearse con la profundidad de las almas sino para disfrutar de los diminutos matices de color y delicadeza que hacen nuestra existencia más cálida e intensa. Y es que todo y todos tenemos una importancia, una trascendencia y un significado dentro del engranaje cósmico.

En este poema profundiza en su mirada al contemplar la soledad huérfana de un simple naranjo que ha sido despojado de sus preciosos y aromáticos frutos por los recolectores que los llevarán "a tierras sin naranjal". Parte de lo anecdótico, de lo cotidiano para llegar a ensalzar, para hacer objeto y sujeto poético a algo que habitualmente pasa desapercibido ante los ojos de cualquier paseante que camina entre los árboles frutales: la sombra del naranjo.

Entabla con el árbol un diálogo sin respuesta en el que quiere transmitirle la emoción que encoge su corazón al verle tan desnudo. Viene a decirle algo así como: "no te preocupes; podrán quitarte los jugosos hijos que has mecido en tus entrañas con dulzura, pero no podrán arrebatarte tu esencia, tu alma inasible".

¡Cuán actual es esta reflexión! ¡Qué patética e injustamente despreciamos la esencia de las cosas y de las personas! Nos quedamos con lo aparente, con aquello que nos produce placer instantáneo, con todo lo que nos reporta beneficio económico o prestigio social, pero despreciamos las raíces, lo inmaterial, lo etéreo, el humilde sentimiento, la sensación impalpable, el susurro que precisa quietud para ser sentido. Y es en todos estos matices de sensualidad y emociones donde podremos calmar nuestra sed de felicidad:

yo vengo como un ladrón,
furtivamente, a apagar
en sus gajos impalpables
y seguros esa sed
que nunca se me murió
con el fruto de tus ramas.