Salinas y la expresión
del sentimiento amoroso

Los textos comentados

Se comentan seguidamente dos poemas de Salinas, los que se incian con:

"No te veo, bien sé". Presagios
"La forma de querer tú". La voz a ti debida

No te veo, bien sé
Es Salinas poeta de vocación tardía, pues su primer libro -Presagios (1923), al que pertenece el poema que comentamos- lo publica cuando tenía treinta y dos años -en la Biblioteca del Índice literario, del Centro de Estudios Históricos, en el que trabajó algún tiempo-. Y aun cuando la temática de este libro no sea fundamentalmente amorosa, el denso y profundo contenido amoroso de algunos de sus poemas -del que nos ocupa, en concreto- preludian ya la fuerza que el amor alcanzará en libros poteriores y, particularmente, en La voz a ti debida.
Por otra parte, este poema -el último y acaso el mejor del libro- anticipa también algunos de los rasgos más significativos del estilo de Salinas, que se irán acentuando conforme va alcanzando su madurez poética: el

No te veo. Bien sé
que estás aquí, detrás
de una frágil pared
de ladrillos y cal, bien al alcance
de mi voz, si llamara.
Pero no llamaré.
Te llamaré mañana,
cuando, al no verte ya
me imagine que sigues
aquí cerca, a mi lado,
y que basta hoy la voz
que ayer no quise dar.
Marñana... cuando estés
allá detrás de una
frágil pared de vientos,
de cielos y de años.

Pedro Salinas. Presagios.
Poesía junta. Buenos Aires, Losada, 1942
.

empleo de los pronombres, los sutiles juegos conceptuales que, no obstante, resultan comprensibles, por venir expresados en un lenguaje sencillo; el tono coloquial -a menudo confidencial- empleado, que hace más fluida la comunicación; el uso de preposiciones y adverbios como detrás, allá detrás, etc. -palabras a través de las cuales Salinas busca ese mundo desconocido que se esconde por debajo de la apariencia sensible de las cosas-; la sencillez métrica: preferencia por el verso corto, con renuncia casi siempre a la rima; la escasez de recursos estilísticos tradicionales, en busca de una expresión carente de retórica; y, por encima de todo, la autenticidad de una palabra poética siempre emotiva.
El poeta establece un juego casi metafísico entre tiempo presente/tiempo futuro, entre presencia/ausencia de la amada, entre confianza (en el presente)/desconfianza ante el futuro: desde un presente henchido por la presencia de la amada -que queda reflejado en los seis primeros versos del poema-, Salinas se plantea -en el resto de los versos, desde el séptimo hasta el decimosexto- un futuro amenazado por la ausencia de la amada, separación que vendría impuesta por la muerte, según se sugiere en la metáfora de los últimos versos.
"No te veo" -dice el poeta-, pero ahora la seguridad de tu presencia física me basta. No te deseo porque sé que eres alcanzable, porque tengo la seguridad de tu amor."

Pero no llamaré.
Te llamaré mañana
cuando al no verte ya,
me imagine que sigues
aquí cerca, a mi lado, <...>

"Sí, mañana habrá tiempo para nuestro amor. Y mañana estarás todavía allí, detrás este muro verdadero -porque puede ser destruido- que nos separa. Y mañana diré para mí: 'Hoy solo necesito pronunciar tu nombre, esa palabra que ayer no quise decir, y estarás a mi lado, esperándome'."

Mañana... cuando estés
allá detrás de una
frágil pared de vientos,
de cielos y de años.

"Pero mañana... ¿Y si mañana estás detrás de una pared irreal (porque no puede ser derribada) de vientos y de años? ¿Y si mañana nos separa inexorablemente una de mil contingencias: la separación física, la guerra, la enfermedad, la muerte? ¿Para qué me servirá entonces la palabra que hoy dejé de pronunciar?"
Tras la superposición de tiempos del verso once ("y que basta hoy la voz"; en lugar de "y que bastará entonces la voz") -en el que se produce una abrupta transición del presente al futuro, y donde la palabra hoy ayuda al poeta a situarse en un futuro que parece haber llegado ya-, su actitud de confianza ante el futuro queda atenuada ante la inquietante amenaza de esa pared-muerte que lleva aparejada la idea de la ausencia de la amada. Y esa sombra de la nada (esa "frágil pared de vientos, / de cielos y de años.") pone término al poema, coincidiendo con los momentos de mayor tensión emocional, y cuando la disposición amorosa de Salinas es más pura y fervorosa.
La métrica empleada por Salinas en este poema es un modelo de sencillez: versos heptasílabos -a excepción del cuarto, que es endecasílabo-, que no conforman una determinada combinación estrófica; ausencia de rima, si bien a final de verso se repiten a menudo las mimas vocales; encabalgamientos suaves -particularmente en los primeros versos- y pausas frecuentes -a lo largo del poema-... Así obtiene Salinas una delicada musicalidad y un ritmo entrecortado y de vaivén, idóneo para expresar ese juego entre la presencia y ausencia de la amada que constituye el eje temático del poema. Y modelo de sencillez es, asimismo, el léxico y la sintaxis que ha empleado el poeta: las palabras más corrientes y las frases más simples. Con esta sencillez -también en el uso de recursos estilísticos, a los que el poeta parece haber renunciado intencionadamente- ha creado Salinas su delicado universo amoroso.