Salinas y la expresión
del sentimiento amoroso

Datos biobibliográficos y trayectoria poética

PEDRO SALINAS nació en Madrid, en 1891. Cursó Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid (Licenciado en Letras, en 1913; Doctor, en 1917). Estuvo en la Universidad parisina de La Sorbona, como Lector de Español, entre 1914 y 1917; y allí conoció directamente la poesía francesa moderna, de la que recibirá cierta influencia. Fue Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla (1918), y después en la de Murcia. Durante el curso de 1922-1923 es nombrado Lector de Español en la Universidad inglesa de Cambridge. De vuelta a Madrid, trabaja en el Centro de Estudios Históricos con el equipo de investigadores dirigido por Menéndez Pidal, y en donde prepara ediciones de clásicos y escribe ensayos de crítica sobre literatura española contemporánea. Participó activamente en la creación -en 1933- de la Universidad Internacional de Verano de la Magdalena (Santander), lugar de encuentro de ilustres profesores de diferentes países y un selecto grupo de estudiantes. En Madrid, imparte clases en la Escuela Central de Idiomas. Aunque no desarrolló actividades políticas, sus ideas liberales le llevaron a exilarse voluntariamente durante la Guerra Civil, y se trasladó a los Estados Unidos de América, en donde ejerció la docencia en distintas universidades. Desde 1942 a 1945 fue profesor de la Universidad de San Juan de Puerto Rico. Recorrió otras muchas universidades de todo el continente americano como conferenciante o profesor visitante, y viajó, asimismo, por diversos países europeos, aunque ya no volverá a pisar tierra española. Murió en Boston, en 1951. Por voluntad propia, sus restos descansan en San Juan de Puerto Rico, en el cementerio de Santa Magdalena, frente a un mar de incomparable belleza.
Los primeros libros de Salinas -Presagios, 1923; Seguro azar, 1929; Fábula y signo, 1931- se inscriben en la línea de la poesía "pura", bajo la influencia de Juan Ramón Jiménez; aunque no faltan en ellos, particularmente en Fábula y Signo, temas futuristas, nuevos en la creación poética. Pero son La voz a ti debida (1933) -título tomado del verso 12 de la Égloga III de Garcilaso de la Vega: "pienso mover la voz a ti debida;"- y Razón de amor (1936) las obras cumbres de Salinas, con las que el tema amoroso, presente en los tres libros anteriores, irrumpe en la poesía de la época desde posiciones claramente antirrománticas. Pocos líricos castellanos han sabido ahondar en la naturaleza misma del sentimiento amoroso con la sutileza de Salinas, para quien el amor, en vez de sufrimiento, es una prodigiosa fuerza que está presente en la realidad de cada día y da sentido a la propia vida y al mundo.
   Con posterioridad a la Guerra Civil, y ya en América, Salinas publicó dos libros de poemas: El contemplado (1946) y Todo más claro (1949); a los que hay que añadir otro de aparición póstuma: Confianza (1955; poemas inéditos 1942-1944). Los angustiosos poemas de Todo más claro -que surgen como resultado de sus largos años de permanencia en Estados Unidos, en contacto con sus estructuras socioeconómicas y con los progresos tecnológicos- reflejan la profunda desolación en la que vive el hombre de su época. El propio poeta declara en el prólogo: "Conozco la gran paradoja: que en los cubículos de los laboratorios, celebrados templos del progreso, se elabora del modo más racional la técnica del más infinito regreso del ser humano: la vuelta del ser al no ser. Sobre mi alma llevo, de todo esto, la parte que me toca; como hombre que soy, como europeo que me siento, como americano de vivienda, como español que nacía y me afirmo. Porquer las angustias arremeten por muchos lados. Y ahí están las mías, en este librito, para el que no se quiera cerrar a verlas". Y, en efecto, la actividad frenética, el tumulto ruidoso, el tráfico intenso, los anuncios abigarrados de las grandes ciudades norteamericanas... -en definitiva, el desbordamiento de la técnica frente a los eternos valores de la Humanidad- están presentes en poemas como los titulados "Hombre de la orilla", "Nocturno de avisos", "Ángel extraviado"... La obra se cierra con el estremecedor y largo poema -de 389 versos- "Cero", expresión horrorizada del poeta ante las primeras explosiones atómicas norteamericanas que destruyeron -el 6 y el 9 de agosto de 1945- las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Con Todo más claro, Pedro Salinas se incorpora plenamente a la poesía que refleja el sentimiento de angustia que a menudo ha acompañado al hombre del siglo XX, perplejo ante la deshumanización del progreso tecnológico que ha conducido a catástrofes dantescas, desconcertado ante tanta injusticia.
   Salinas cultivó, además de la poesía, la narrativa, el teatro. Su prosa narrativa está integrada por las obras Vísperas del gozo (1926), La bomba increíble (1950) -muestra de su inquietud ante el trágico genocidio provocado por la primera explosión atómica-, y El desnudo impecable y otras narraciones (1951). Su teatro, escasamente conocido en España, se representó en un universidades norteamericanas. Destacan las piezas dramáticas en un acto La cabeza de la Medusa, La estratosfera, La isla del tesoro (1952).
   Pero Salinas es, además, un excelente crítico literario y ensayista. Su gran admiración por los escritores clásicos y contemporáneos españoles -que conoce perfectamente como especialista y estudioso de nuestra literatura- y su finísima sensibilidad para explorar los "valores humanos" de sus textos se pone de manifiesto en libros como Jorge Manrique, o tradición y originalidad (1947), La poesía de Rubén Darío (1948). De especial interés son el libro Literatura Española. Siglo XX (1941) -donde plantea los problemas históricos y estéticos del Modernismo y la Generación del 98, e incluye, asimismo, estudios sobre Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, así como sobre los demás escritores de su propia generación poética-, y la publicación póstuma Ensayos de Literatura Hispánica. Del "Cantar de Mio Cid" a García Lorca (1958) -obra en la que se recogen estudios sobre el "Cantar de Mio Cid", la novela picaresca, "El Quijote", el teatro y la poesía del Siglo de Oro, el padre Feijoo, Meléndez Valdés...-. Y es denominador común de toda su obra crítica, junto a su agudeza interpretativa, una sencillez expositiva que le permite alcanzar unas altas cotas de comunicabilidad. Como un extraordinario y agudo prosista se muestra Salinas en la colección de cinco ensayos que conforman El defensor (1948), nacidos en el exilio puertorriqueño entre 1942 y 1946    El titulado "Defensa del lenguaje" -instrumento prodigioso para la expresión del propio ser y la convivencia con el prójimo- constituye un depurado ejemplo de sensibilidad humana.
    Pero, por encima de cualquier otra actividad intelectual -profesor con verdadera vocación de enseñanza, novelista, dramaturgo, crítico literario y ensayista-, Salinas, dentro de la Generación del 27, es el gran poeta del amor. Y para comprobarlo, bastaría con leer el poema de La voz a ti debida que comienza con los versos "Qué alegría, vivir / sintiéndose vivido. / Rendirse / a la gran certidumbre, oscuramente, / de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, / me está viviendo. / <...>".