La honda raiz hispánica
de la poesía
de Federico García Lorca

         
 
La producción literaria: valoración global
   

 

 

García Lorca convierte el lenguaje metafórico en un poderoso y original recurso expresivo: símiles y metáforas de altísima calidad estética se desparraman por toda su obra -lírica y dramática- y justifican sobradamente estas palabras del propio poeta: "Sólo la metáfora puede dar una suerte de eternidad al estilo"; o estas otras: "El poema que no está vestido no es poema, como el mármol que no está labrado no es estatua".
Recuérdese, por ejemplo, en el romance "La casada infiel" -incluido en el Romancero gitano-, cómo García Lorca describe la sensualidad del cuerpo femenino desnudo. Las impresiones táctiles y visuales que el cutis de la amante causan en el gitano se expresan con estos sugestivos versos (28-31 del poema>: Ni nardos ni caracolas / tienen el cutis tan fino, / ni los cristales con luna / relumbran con ese brillo.; es decir, que la suavidad de la piel de la amante sobrepasa la de las aromáticas flores blancas de los nardos y la del nacarado de las caracolas, y su luminosidad es superior a la de los cristales bañados por la luz nocturna de la luna.
O, por citar otro conocido ejemplo, adviértase cómo García Lorca pone a prueba la expresividad del lenguaje con estos versos (del "Romance sonámbulo", perteneciente, también al Romancero gitano; versos 17-20) en los que predomina la ambiguedad de sentido de las palabras, su valor connotativo: La higuera frota su viento / con la lija de sus ramas, / y el monte, gato garduño, / eriza sus pitas agrias. García Lorca ha pretendido transmitirnos en estos versos la sensación de pánico que experimenta la naturaleza toda -ante trágicos acontecimientos inminentes-; y para ello ha recurrido a un lenguaje tan irracional como poético: el viento, al sacudir las ramas de la higuera, se hace áspero y duro como éstas; y el monte, como un gato aterrorizado, eriza sus más espinosas plantas, las pitas.
Así es, en definitiva, el arte de García Lorca:
efectos coloristas y sensoriales, constantes transposiciones metafóricas y, sobre todo, un tremendo esfuerzo por lograr la perfección formal de los poemas: "<. . .> si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios ... .>, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema."