Gerardo Diego:
vanguardismo y fidelidad
a los temas tradicionales

El autor al alcance de los lectores infantiles

Estos son los poemas seleccionados y las obras a las que pertenecen, con su fecha de publicación:

"Canción al Niño Jesús". Versos Divinos (1971).
"Y tu infancia". Hasta Siempre (1948).
"Las tres hermanas". El Romancero de la Novia (1920).
"La despedida". El Romancero de la Novia.
"Sueños". El Romancero de la Novia.
"Lluvia". Manual de Espumas (1924).
"Nocturno". Manual de Espumas.
"La cometa". Evasión (1958).

La despedida
(Ciclo II Primaria)

Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba...

-Me vas a olvidar -dijiste-.
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven... -Presente
has de estar siempre en mi alma.

-Ya lo verás cuando vuelva.
Te escribiré muchas cartas.
Adiós, adiós... Me entregaste
tu mano suave y rosada,

y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.
... Sentí el roce de un anillo
como una promesa vaga...

Yo no me atrevía a mirarte,
pero sin verte notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban de lágrimas.

Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento
y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
... Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.

Antología de sus versos.
Romancero de la novia.
Madrid. Espasa-Calpe,
1996. Colección Austral, núm. 388 A, p. 79.

Si existe una escena dramática en toda relación amorosa es el temido momento de la despedida, aquel en el que las dos almas que aspiran a ser una sola han de separarse por el motivo que sea. En esta ocasión Diego incrementa el dramatismo al ofrecernos el adiós conmovedor que se interpone entre una recién estrenada pareja de enamorados:

... Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.

Y a lo largo de todo el poema va dibujando con una precisión magistral todos los sentimientos y emociones que se acumulan en el corazón acongojado de quien va a alejarse de su ser querido. Por un lado, siempre tratamos de buscar explicaciones a lo que sucede:

Aquel día -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba...

Cuando el amante recuerda -con la parcialidad de toda añoranza desfigurada por el paso del tiempo- la intensa pasión con la que le adoraba su amada en el momento de la despedida trata de comprender el motivo de aquel sentimiento que le regalaba ella y ante el dolor de un presente sin duda menos maravilloso intuye que aquella pasión venía provocada tan solo por el dolor de la ruptura.

El temor también suele estar presente en una despedida: miedo a ser olvidado o, lo que es peor, a ser reemplazado en el corazón del ser querido por otra persona:

-Me vas a olvidar -dijiste-.
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven...

Ante las dudas del otro, solemos tender a realizar promesas entusiastas que, la mayor parte de las veces, nosotros mismos sabemos que seremos incapaces de cumplir: -Presente / has de estar siempre en mi alma.

y queremos contentar al objeto de nuestro amor con migajas más bien miserables:

Te escribiré muchas cartas.

Después, se suceden los instantes más sensuales: la última caricia, el postrer abrazo, la mirada más larga, cadenciosa, intensa, el definitivo y efímero roce que, a la larga, será el que más huella deje porque a él recurriremos cuando sintamos que nuestro ánimo desfallece por la ausencia:

Me entregaste
tu mano suave y rosada,
y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.

El dolor se hace tan insoportable que apenas nos atrevemos a fijar nuestros ojos en los del enamorado porque tememos no ser capaces de soportar verlos cubiertos de lágrimas:

Yo no me atrevía a mirarte,
pero sin verte notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban de lágrimas.

Y aunque el tiempo ha pasado y dicen que su manto todo lo cura, el abatimiento es tan desgarrador que el alma del amante se hace un nudo y le ahoga al tener que reconocer que aquel amor murió para siempre:

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.

Hagamos disfrutar a nuestros alumnos con este hermosísimo y conmovedor poema de Gerardo Diego porque si de algo está necesitada nuestra escuela es de recursos y argumentos para construir pedagógicamente la llamada "alfabetización emocional". En la medida que seamos capaces de hacer sentir a los jóvenes lectores toda la fuerza y toda la pasión que encierran estos versos les estaremos ayudando a comprender mejor los sentimientos que a esas edades ya comienzan a emerger en su interior.

Además, no nos resultaría nada difícil hacer una traslación conceptual y creativa desde la temática de la relación amorosa que recoge Diego a otra vital para los niños y niñas del II Ciclo de Primaria: la amistad. ¡Cuánto hay de promesas, infidelidades, encuentros/desencuentros, alegrías y tristezas en el cariño sincero y vigoroso que une a dos amigos!