Gerardo Diego:
vanguardismo y fidelidad
a los temas tradicionales

El autor al alcance de los lectores infantiles

Estos son los poemas seleccionados y las obras a las que pertenecen, con su fecha de publicación:

"Canción al Niño Jesús". Versos Divinos (1971).
"Y tu infancia". Hasta Siempre (1948).
"Las tres hermanas". El Romancero de la Novia (1920).
"La despedida". El Romancero de la Novia.
"Sueños". El Romancero de la Novia.
"Lluvia". Manual de Espumas (1924).
"Nocturno". Manual de Espumas.
"La cometa". Evasión (1958).

Canción al Niño Jesús
(Ciclo I Primaria)

Si la palmera pudiera
volverse tan niña, niña,
como cuando era una niña
con cintura de pulsera.
Para que el Niño la viera...

Si la palmera tuviera
las patas del borriquillo,
las alas de Gabrielillo.
Para cuando el Niño quiera,
correr, volar a su vera...

Si la palmera supiera
que sus palmas algún día...
Si la palmera supiera
por qué la Virgen María
la mira... Si ella tuviera...

Si la palmera pudiera...

... la palmera...

Antología de sus versos. Versos divinos.
Madrid. Espasa-Calpe, 1996.
Colección Austral, núm. 388 A, p. 230.

En Versos divinos Gerardo Diego quiere darle a la temática religiosa cristiano-católica un cariz completamente distinto al que tenía en nuestra literatura tradicional: se aleja de los tópicos, de la palabrería hueca llena de expresiones grandilocuentes que alejaban al lector de aquellas producciones. Y lo hace con serenidad, con alegría, con elegancia, desde el fervor del creyente convencido y estudioso, pero a la vez desde una visión moderna y original.

Entre los poemas religiosos de Diego destacan los dedicados a temas navideños porque los aborda muchas veces como canciones de tipo tradicional, en la línea de Lope de Vega y los dota de agilidad, frescura y delicada ternura. Una de sus mejores composiciones navideñas es esta "Canción al Niño Jesús" que invita a la musicalización porque tiene un ritmo melódico marcado tal vez por el presencia en todas las estrofas de una rima constante (-era: pudiera, pulsera, viera, tuviera, vera, supiera...) que concluye en el verso quebrado atípico "... la palmera..." que deja todo suspendido en el aire como invitando al lector a recoger la pluma del escritor y zambullirse en una creación personal evocadora y dichosa.

Y la melodía intrínseca de este poema se ve reforzada por otro elemento fundamental: la inmensa ternura que derrochan todos sus versos. Son tiernos los personajes (el niño, el borriquillo, el angelito, la Virgen), son delicadas las palabras, el aroma de cada verso, la invitación al suspiro que suponen los constantes puntos suspensivos. Y especialmente tiernos son los diminutivos con los que dibuja a las dos criaturas más propiamente infantiles de esta canción: el borrico que siempre acompaña la estampa navideña del alumbramiento de Jesús en este caso se vuelve pequeñajo y el angelote que vigila sin falta el portal parece convertirse -como por arte de magia literario- en el cómplice ideal de juegos para el Niño.

Pero no podemos dejar de detenernos en el elemento poético central de esta canción: la palmera. En ella vuelca Diego todo el poder simbólico, todo el vigor metafórico, toda la capacidad figurativa y a ella confía el poder conmovedor de su "Canción al Niño Jesús". Y resulta paradójico y revolucionario que una composición literaria de carácter religioso -y además navideño- focalice tanto su contenido conceptual como su carácter literario en un elemento tan poco "divino", tan mundano como una simple palmera. Pero esta reflexión sería superficial si no fuéramos capaces de ir más allá, de profundizar en busca de la intención del poeta. Este protagonismo de la palmera es meramente circunstancial, meramente "necesario", es una hábil excusa creativa dentro del juego literario para conducir el análisis semántico del lector hacia una reflexión nítida: debemos -o, mejor dicho, podemos- acompañar al Niño en todo su itinerario vital hacia su destino trágico.

Hay varios elementos que sirven de enlace, de hilo conductor, a lo largo de todo el poema: por un lado, la palmera, que está junto al portal, cuando nace el Niño, que le acompaña durante su infancia, en sus juegos infantiles y que reaparece cuando Jesús se acerca al final de sus días: "Al día siguiente, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma." (Jn 12, 12-13). Por otro, el mismo borriquillo que se asoma en distintos momentos clave de la vida de Jesús: junto al portal, durante la huida a Egipto y la misma entrada en la ciudad de David: "Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito" (Jn 12, 14) que Diego recoge en la última estrofa de un modo sutil:

Si la palmera supiera
que sus palmas algún día...

Y antes de poner el punto final debemos fijarnos también en la forma, en el lenguaje que emplea el poeta para traernos al presente los recuerdos de aquellos momentos mágicos e históricos. Y es que la palabra de Gerardo Diego se hace aquí especialmente poética, delicadamente bella: ¡qué hermosa metáfora la de la primera estrofa para decirnos que el tallo de la palmera era fino y esbelto!

Si la palmera pudiera
volverse tan niña, niña,
como cuando era una niña
con cintura de pulsera.
Para que el Niño la viera...

Parece que la omnipresencia de la palabra "palmera" por todo el poema (hasta siete veces) contribuye a acrecentar la sensación de suavidad, de dulzura; impregna cada verso de un aroma melifluo y tierno que adereza impecablemente la calidez que aportan el Niño, el borriquillo, el ángel y María.