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En este
poema, Dámaso Alonso presenta ante Dios sus flaquezas y le dirige
-en los versos finales- una amorosa y angustiada súplica que constituye
una afirmación de fe y amor hacia Dios. Los extensos versículos
adquieren ese tono de Salmo que justifica el título ("De profundis"
es el comienzo de uno de los Salmos penitenciales atribuidos a David:
"Desde lo más profundo grito hacia ti, Yahvéh").
De profundis
Si vais por la carrera
del arrabal, apartaos, no os
/inficione
mi pestilencia.
El dedo de mi
Dios me ha señalado: odre de putrefacción
/quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera
de solicitaciones mi alma,
no una ramera
fastuosa de las que hacen languidecer
/de
amor al príncipe,
sobre el cabezo
del valle, en el palacete de verano,
sino una loba
del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado
las palabras de amor,
y sólo
puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa
que el tablajero arroja al perro
/del
mendigo,
y el perro del
mendigo arroja al muladar.
Pero desde la
mina de las maldades, desde el pozo
/de
la miseria,
mi corazón
se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor,
tú que has hecho también
/la
podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo
exprimido en el año de la mala
/cosecha,
yo soy el excremento
del can sarnoso,
el zapato sin
suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito
de estiércol a medio hacer, que
/nadie
compra,
y donde casi
ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame,
déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra
hasta la entraña,
que se me aniquilen
hasta las últimas briznas
/de
mi ser,
para que un día
sea mantillo de tus huertos!
NOTAS.
Verso 1. Inficione.
Contagie, corrompa.
Verso 5. Cabezo. Pequeña elevación en el terreno.
Verso 8. Cantonada. Esquina.
Verso 9. Tablajero. Carnicero.
Verso 17. Carnero del camposanto: osario; lugar del cementerio donde
se entierran los huesos sacados de las sepulturas temporales.
Verso 25.
Mantillo. Abono que resulta de la descomposición del estiércol.
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