La exuberante belleza del lenguaje poético de Vicente Aleixandre

El autor al alcance de los lectores infantiles

Ciclo I Primaria
El más pequeño
El niño raro
Ciclo II Primaria
El niño murió
La hermanilla
En el lago

Ciclo III Primaria
El visitante
Al colegio
La clase

Ciclo II Primaria

El niño murió

¿Quién sufre? Pasé de prisa.
¿Quién se queja? Y me detuve.
La choza estaba oscura. Y la voz: "¿Quién te quiere a ti, corzo mío?" Pero el niño no se callaba.
"Rey de la selva viva, rey mío". Y el niño seguía llorando.
El amuleto; el lamento: la madre canta. Canta muy dulcemente. El niñito llora.
Huele a sándalo triste. Mano que mece a un niño. Canta. ¿Quién sueña?
El lamento largo no cesa. Dura más que la vida. El niñito calla. Canta la madre.
Más allá de la vida canta la madre. Duerme la selva.

Historia del corazón. La mirada extendida.
Madrid: Espasa-Calpe.

La muerte es uno de los temas tabúes para nuestra cultura occidental, no sólo en el mundo adulto sino, sobre todo, en la infancia. Existe un convencionalismo social, una especie de pacto de costumbre, que "obliga" a los mayores que rodean a los niños a protegerles contra cualquier experiencia, conversación o contacto con la muerte. Y creemos que se trata de un error que perjudica rotundamente a los más pequeños y llena sus pensamientos y sueños de miedos y falsas creencias.

Como decíamos en nuestro comentario a "Memento", de García Lorca, la literatura puede ser un valiosísimo recurso catártico, liberador, para las tensiones que, querámoslo o no, provocan en los niños las defunciones tanto de seres queridos como de mascotas, o incluso de personas desconocidas y lejanas para ellos.

En esta ocasión les ofreceremos este poema -subtitulado "Nana de la selva"- porque estamos seguros de que los maestros sabrán trabajar con él de un modo creativo y positivo de modo que los niños puedan emplearlo como excusa para exteriorizar su vivencia de la muerte. Por ello será importante que el educador cree un clima cálido en el que los chavales sientan la necesidad de confiar sus temores, sus dudas y esperanzas ante este espinoso tema. Además, el final de poema deja abierta una rendija para que penetre la alegría porque Aleixandre nos dice que "más allá de la vida canta la madre", es decir, su amado hijo ha fallecido, pero ella sigue cantando porque con las notas del canto se marcharán la tristeza y la angustia y la melodía llenará su corazón de sosiego y amor.

Porque no sólo se implica la madre en este momento intenso: "duerme la selva", todo contribuye a crear un clima sereno y solidario. Parece que al dejar de llorar el niño los animales y la vida del bosque han querido mantener en suspenso su aliento para no incomodar a la madre y no interrumpir su lamento. Pero esa compañía respetuosa y hermanada no es dibujada con un seco "calla la selva" sino que el poeta se esmera por reglarnos una pincelada positivizante: la selva tan solo "duerme", es decir, "descansa". Y todos sabemos que tras el sueño reconfortante viene de nuevo la vida. Dolor, sí, pero dolor estimulante, no congoja paralizante y autodestructiva.