La exuberante belleza del lenguaje poético de Vicente Aleixandre

El autor al alcance de los lectores infantiles

Ciclo I Primaria
El más pequeño
El niño raro
Ciclo II Primaria
El niño murió
La hermanilla
En el lago

Ciclo III Primaria
El visitante
Al colegio
La clase

Ciclo I Primaria

El más pequeño

Es el más pequeño de todos, el último.
Pero no le digáis nada; dejadle que juegue.
Es más chico que los demás, y es un niño callado.
Al balón apenas si puede darle con su bota pequeña.
Juega un rato y luego pronto lo olvidan.
Todos pasan gritando, sofocados, enormes,
y casi nunca le ven. Él golpea una vez,
y después de mucho rato otra vez,
y los otros se afanan, brincan, lucen, vocean.
La masa inmensa de los muchachos, agolpada, rojiza.
Y pálidamente el niño chico los mira
y mete diminuto su pie pequeño,
y al balón no lo toca.
Y se retira. Y los ve. Son jadeantes,
son desprendidos quizá de arriba, de una montaña,
son quizá un montón de roquedos que llegó ruidosísimo
de allá, de la cumbre.
Y desde el quieto valle, desde el margen del río
el niño chico no los contempla.
Ve la montaña lejana. Los picachos, el cántico de los vientos.
Y cierra los ojos, y oye
el enorme resonar de sus propios pasos gigantes por las rocas
ravías.

Historia del corazón. La mirada infantil.
Madrid: Espasa-Calpe.

Los ocho poemas de Vicente Aleixandre que hemos elegido para comentar y trabajar con los estudiantes de Primaria pertenecen a su libro Historia del corazón, una obra de plena madurez que supone una renovación nítida en la temática de su autor y que se convirtió en un trabajo fundamental dentro de su producción poética. Si hasta entonces Aleixandre se había referido casi exclusivamente al cosmos, a lo exterior al individuo, en la obra que comentamos realiza una primera introspección hacia lo cotidiano y la vida de cualquier ser humano. Por ello recoge recuerdos de infancia, de juventud (¡sobre todo el amor!), de madurez y de la edad tardía. Pero Aleixandre sigue empeñado en comparar lo efímero con lo eterno, en relacionar lo minúsculo con lo descomunal, lo espiritual con lo terreno.

En esa línea se encuentra "El más pequeño", uno de los nueve poemas que conforman la cuarta parte -denominada "La mirada infantil"- de esta magnífica obra. Aquí nuestro poeta parece querer contraponer dos planos, dos mundos diferentes, dos perspectivas distintas ante la vida, en este caso, ante algo tan sencillo, tan habitual, tan inocente como los juegos infantiles.

Por un lado, nos encontramos al protagonista "el más pequeño de todos, el último", un chico de menor edad que los demás que trata de incorporarse al grupo de los mayores sin que estos puedan achacarle ni su tamaño ni su falta de habilidad. Por otro, los todopoderosos y un tanto insolentes "mayorzotes" que no se dirigen a su pequeño compañero ni una sola vez, ni tan siquiera para reprocharle su torpeza; sencillamente lo ignoran y van a lo suyo. ¡Es lo peor que pueden hacerle al canijo!

Éste mantiene durante un rato su tesón, su tensión, su esfuerzo, pero al final tiene que optar por arrojar la toalla y rendirse. Pero lo hace de un modo "inteligente", huyendo del autodestructivo sentimiento de autocompasión; para no resultar lastimado íntimamente recurre a lo imaginario y se inventa una explicación satisfactoria para su fracaso: aquellos gigantones no son de verdad, sino unos seres rocosos hijos de la montaña contra los que él, en su normalidad y sencillez no puede hacer nada. Por eso cierra los ojos y se sumerge serenamente en un sueño que a la vez es reafirmación: él también es un gigante porque posee la fuerza interior que le permitirá en todo momento superar las adversidades y superarse a sí mismo.

Pero no nos quedemos en lo anecdótico, en una lectura superficial; no queramos entrever en este poema -y en los demás de este libro- un deseo de Aleixandre de simplificar, de cantar sólo lo cotidiano, lo vulgar, la experiencia diaria de cualquier mortal. Antes bien, lo que busca es partir de las vivencias sencillas de todo ser humano para reconocerse en los otros y caminar siempre hacia los demás. Narrando lo que les pasa a los seres que conforman su entorno, está tejiendo una tela de araña afectiva y cómplice que le permitirá salir de sí mismo y abandonarse en los otros. Pero favoreciendo siempre un encuentro gozoso, una relación vívida y rutilante.

En Historia del corazón -y en especial en "La mirada infantil"- Aleixandre ha retrocedido, ha menguado en su mismidad adulta para retomar sus vivencias y sensaciones de la infancia. La vida ha pasado, él camina por la cincuentena, pero sigue siendo no sólo "el más pequeño", sino que es un niño tímido y callado, que "apenas si puede darle al balón con su bota pequeña". Y este juego poético le permite reafirmarse en uno de sus pensamientos más queridos: el tiempo es tan sólo una fantasía, un concepto; escribe desde el presente, pero en el texto está en el pasado; está y no está allí y está o no está en el presente. El niño se detiene en el instante álgido del poema y trasciende su momento y su situación actual: anticipa el futuro y se ve a sí mismo gigante, crecido y poderoso; en su infancia, desde su pequeñez, contempla su porvenir y su destino.

¡Qué maravillosa y bella excusa literaria pone Aleixandre en manos del maestro que trabaja este poema con sus alumnos para poder reflexionar sobre la fugacidad de la vida, la importancia de lograr una autoestima equilibrada, la necesidad de ser conscientes de las limitaciones y virtudes de los otros...!