La exuberante belleza del lenguaje poético de Vicente Aleixandre
Antología poética comentada

"Unidad en ella", de La destrucción o el amor.
"Nacimiento del amor", de Sombra del paraíso.
"Mano entregada" y "En la plaza", de Historía del corazón.
"El olvido", de Poemas de la consumación.

Mano entregada

Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca
el amor. Oh carne dulce que sí se empapa del amor hermoso.

Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente entreabierta,
por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce;
por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias,
para rodar por ellas en tu escondida sangre,
como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara
por dentro, recorriendo despacio como sonido puro
ese cuerpo que ahora resuena mío, mío poblado de mis voces profundas,
oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.
Por eso, cuando acaricio tu mano sé que sólo el hueso rehúsa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre-.

Y que una zona triste de tu ser se rehúsa,
mientras tu carne entera llega un instante lúcido
en que total flamea, por virtud de ese leve contacto de tu mano,
de tu porosa mano suavísima que gime,
tu delicada mano silente, por donde entro
despacio, despacísimo, secretamente en tu vida,
hasta tus venas hondas totales donde bogo,
donde te pueblo y canto completo entre tu carne.

Vicente Aleixandre
De Historia del corazón.
Editorial Espasa-Calpe.


En la plaza

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate, y fúndete, y reconócete.
Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con los pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón dimunuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

Vicente Aleixandre
De Historia del corazón.
Editorial Espasa-Calpe.

En dos excelentes libros -Teoría de la expresión poética y La poesía de Vicente Aleixandre, publicados ambos por la editorial Gredos-, el poeta y académico Carlos Bousoño ha estudiado, en poemas de Aleixandre, dos tipos de sintaxis: una lenta y morosa -dinamismo sintáctico expresivo negativo- y otra rápida y ágil- dinamismo sintáctico expresivo positivo-, dependiendo, en cada caso, de las categorías gramaticales y tipos de oraciones empleadas; sintaxis que subraya expresivamente los contenidos comunicados en los amplios versículos de este extraordinario poeta.
Bousoño pone como ejemplo de dinamismo sintáctico expresivo negativo el poema "Mano entregada", quizá uno de los mejores del libro Historia del corazón; bellísima intuición poética de la significación y consecuencia de una mano entregada en amor. La sintaxis, en su conjunto, es retardataria, y no hace sino reflejar la morosidad del significado poemático: el gozo de amar y sus límites (oposición simbólica carne/hueso). En efecto: la riqueza de verbos subordinados -las estrofas segunda y tercera sólo contienen dos verbos principales, de los que dependen veinte verbos subordinados-; la abundancia de adjetivos -de cuyo poder dilatorio se ha valido poeta-; las reiteraciones; la abundancia de sinónimos; la multiplicidad de complementos o determinantes que añaden pequeños matices secundarios...; todo ello contribuye a conferir a la sintaxis un ritmo lentísimo, acorde con el propio contenido expresado en el poema.
Y frente al lento discurrir de los versículos del poema "Mano entregada", se erige la sintaxis vertiginosa de los catorce últimos versículos del poema "En la plaza" (los tres últimos de la estrofa séptima, y las estrofas octava y novena completas), poema que también pertenece a Historia del corazón y que constituye un claro ejemplo de dinamismo sintáctico expresivo positivo, basado en una rápida sucesión de formas verbales con las que Aleixandre intenta expresar el vivificador sentimiento de encontrarse "entre los demás <. . .> rumorosamente arrastrado" (versos 2, 3), de encontrarse "en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido" (verso 9).