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JULIA
FERNÁNDEZ
En un momento
de esperanza política y social para el milenario Egipto, pero de gran
tensión entre las corrientes y concepciones religiosas que existen en
el país, la Obra Social “La Caixa” presenta en Caixaforum Girona Otro
Egipto, una exposición dedicada a la civilización copta, que es un
ejemplo brillante de hasta qué punto la cultura puede ser una herramienta
de comunicación entre los pueblos.
Llevada a cabo
en colaboración con el Museo del Louvre, que tiene el privilegio de custodiar
la colección de antigüedades coptas más importante del mundo, después
de la del Museo Copto del Cairo, gracias a las excavaciones organizadas
en los siglos XIX y XX y a una política de adquisiciones permanente, la
muestra permite conocer hasta el próximo mes de enero todas las facetas
de una civilización nacida en Egipto durante la época romana y que fue
mayoritaria hasta la conquista árabe a mediados del siglo VII d.C.. Su
rica y sincrética cultura que el Egipto faraónico y el Egipto musulmán
han dejado en segundo plano durante siglos, respira de la atmósfera del
cristianismo primitivo, el que vivieron en comunión con la naturaleza
los padres del desierto, emerge a través de sus obras.
Independencia
religiosa
“En
Egipto, en los inicios de la era cristiana”, dicen las comisarias de Otro
Egipto, Dominique Bénazeht y Marie-Hélène Rutschowscaya, “se desarrolló
una cultura original cuyas raíces se remontaban al lejano pasado faraónico,
transformado por griegos y romanos a partir de la conquista de Alejandro
magno en el 332 a.C. Desde Alejandría, la evangelización se extendió progresivamente
hacia el sur. A finales del siglo V prácticamente toda la población estaba
cristianizada, lo que facilitó el surgimiento de una auténtica civilización
cristiana en la cuenca del Nilo”. Cuando la Iglesia católica se fragmente
en Roma y Bizancio, los coptos reivindicarán sus propias señas de identidad
religiosa, bajo la autoridad del patriarca de Alejandría, independizándose
de las dos grandes sedes cristianas.
La conquista
de Egipto por los árabes en el año 641 iniciaría un proceso de arabización
de la lengua, la Administración y la expresión artística, haciendo que
el número de coptos disminuya notablemente, aunque continuaran manteniendo
su cultura y su fe a lo largo de los siglos.
Las responsables
de la exposición, conservadoras de la Sección Copta del Louvre, han ideado
un recorrido que refleja todos los avatares de esta cultura en sus diferentes
aspectos de la vida pública, privada y por supuesto religiosa, ilustrados
con piezas procedentes de necrópolis y de emplazamientos urbanos y monásticos.
Tejidos
célebres
Las
lenguas utilizadas por los coptos a lo largo de su historia y la forma
como la plasmaron por escrito es el primer apartado que desarrolla Otro
Egipto. Los primeros textos escritos en copto se remontan al siglo
II. Esta lengua egipcia, que se hablaba al mismo tiempo que el griego,
que era la lengua de la Administración, comenzaría a declinar en el siglo
IX, aunque en algunos lugares todavía se hablaba en el siglo XVII. En
la exposición se recogen ejemplos de los dos dialectos principales del
copto, el sahídico y el fayúmico, sobre diversos soportes: papiro, pergamino,
piedra, madera, metal y materia textil. La segunda parte está dedicada
a la vida de los coptos, principalmente en la segunda mitad del primer
milenio, con muestras de sus célebres tejidos y tapicerías y prendas coloreadas
que llegarían a conquistar el mundo romano. Objetos domésticos, alimentos,
formas de entretenimiento y cuidado estético, llegados a nuestros días
en un estado de conservación excelente, con los materiales intactos y
con todos los colores gracias a la sequedad del desierto, también se
integran en la sección.
Los monasterios
centran el tercer y último apartado, dada la importancia del monaquismo
egipcio. Las pinturas de las Kelia, los relieves cristianos emblemáticos,
procedentes de Esna y de Tod, en el Alto Egipto, y, sobre todo, las piezas
de las iglesias de los siglos VI y VII del emplazamiento de Bauit, a 300
kilómetros al sur de El Cairo, descubiertas hace ahora cien años y que
son ejemplo de reinterpretación copta de motivos escultóricos de la Antigüedad,
muestran la decoración arquitectónica y pictórica de conventos e iglesias.
Maderas, tapices y objetos de metal reflejan el contexto litúrgico, mientras
los pequeños frascos de peregrinaje atestiguan la devoción popular a los
santos y los mártires.
Arte
innovador
“El
arte de los coptos nunca fue un arte de encargo, como el que favorecieron
los faraones, los emperadores romanos y bizantinos y posteriormente los
califas”, dicen estas dos especialistas en la cultura copta. “La población,
sometida a gobiernos alejados, tenía que recurrir a los materiales locales,
con los que artesanos y artistas aprendieron a crear formas originales
y de gran calidad”.
Así, el arte
copto innovará representando a los animales y seres humanos de forma sintética,
no imitativa, y armonizando sus colores perfectamente y a veces con audacia.
“Su estilo”,
continúan Marie-Hélène Rutschowscaya y Dominique Bénazeth, parece moderno
para los criterios actuales. Algunos artistas del siglo XX, como Rodin,
Matisse o Rouault, coleccionaron arte copto y fue una de sus fuentes de
inspiración”.
Todas las obras
presentadas en esta exposición pertenecen al Museo del Louvre. Tras las
exploraciones de viajeros occidentales que acudieron a Egipto a partir
del siglo XVI en busca de manuscritos y tras las campañas arqueológicas
que se iniciaron a finales del siglo XIX, las piezas coptas se dispersaron
por toda Europa. En esa época se crearon las grandes colecciones públicas
y privadas. Hay también antigüedades y manuscritos coptos en Barcelona
y en el Museo de Montserrat. Madrid conserva algunas piezas en el Museo
Arqueológico Nacional y en el Museo Nacional de Artes Decorativas. Asimismo,
el Centre de Documentació i Museu Tèxtil de Terrassa y el Museu Tèxtil
i d’Indumentària de Barcelona poseen valiosos tejidos coptos.
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