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El
alumnado de nuestros días está más cerca del homo videns que del
homo literatus. Esta evidencia, por evidente, no carece de importancia:
muchos de los esquemas cognitivos de nuestros alumnos, así como sus pautas
de acción, vienen condicionados por este hecho. Algunos efectos hipnótico-adictivos
promovidos y provocados por la TV, como la inhibición del aprendizaje y de la
acción, el cinismo sensorial, el esquematismo reduccionista, la visión
comercial de la vida, la atrofia de la imaginación y de la memoria, incluso
los sueños de “segunda mano”, son parte del catálogo de consecuencias
harto conocidas.
Los investigadores
del universo cerebral advierten insistentemente que, frente a las ondas
alfa producidas en nuestro cerebro por el campo audiovisual, las ondas
beta que generan la lectura y la escritura están directamente relacionadas
con la interactividad. Jerry Mander apunta además siete características
antidemocráticas inherentes a la televisión: 1) aísla a la gente entre
sí; 2) elimina el conocimiento personal suprimiendo el contexto natural
en que es descubierto; 3) elimina puntos de comparación; 4) apela más
al conocimiento sensorial que a la conciencia; 5) ocupa la mente y sustituye
el espacio necesario para la reflexión; 6) homogeniza conocimiento e información;
y 7) provoca el letargo.
No se trata
de volver a un homo literatus del pasado, ni de demonizar el mundo
de las nuevas tecnologías: frente a Sloterdijk, que considera que lo máximo
a lo que puede llegar la televisión es a ofrecer fast-thinkers
(comida basura intelectual), o frente a Bourdieu, que cree incompatible
el medio televisivo con la capacidad para comunicar ideas, se trata más
bien de subrayar las deficiencias de este nuevo homo videns para
crear las condiciones objetivas de un nuevo sujeto. El mundo, cada vez
más, es un mundo de espectadores: personas pasivas, desinteresadas y poco
reflexivas que ceden a otros el protagonismo de sus propias vidas, vidas
prestadas que la sociedad de consumo convierte en vidas de alquiler. “La
alta visión -dice Wim Wenders- podría ayudar a agudizar el sentido de
la realidad”.
Mientras
que el carácter reflexivo de la escritura y la lectura permite el salto
a la acción, la cultura audiovisual crea una pereza en la comprensión
y en la acción sin precedentes; o peor aún: una buena parte de los que
privilegian la acción audiovisual -cansados y angustiados de no poder
comprender el mundo que les rodea-, dan salida a sus actos con una pasión
irrefrenable. En el mundo de hoy, alcanzar el sapere aude kantiano
(“ten valor de servirte de tu propio entendimiento”) exige, más que nunca
un saper vedere, es decir, una verdadera comprensión gramática
y pragmática de las imágenes. El texto y la imagen ofrecen sus servicios
a la cultura de masas de manera muy distinta. Los cantos de sirena tienen
en la actualidad un nuevo formato. Frente a una cultura del entretenimiento
y de la distracción (entertainment), desde la que insistentemente
se nos propone «matar el tiempo», es necesario comprender y utilizar todos
los medios posibles para dirigirlos contra sus peores efectos. Ortega
y Gasset tiene razón al decir que la distracción y la diversión no son
algo accidental al hombre, algo de lo que se pueda prescindir; todo lo
contrario. Sin embargo, como también Ortega subraya, “lo que, en efecto,
no tiene sentido es querer hacer de la vida toda puro divertimento distracción”.
El medio no es el mensaje: distintos medios pueden transmitirnos mensajes,
sí no iguales, sí similares. El cine y la televisión, laboratorios en
miniatura de la misma vida, permiten también, por otra vía, comunicar
mensajes paralelos a los de la cultura del libro: también el cine y la
televisión pueden rescatar la humanidad que existe en un mundo de actores.
Rossellini
Llegué
a Rossellini mediante un rodeo. Mi interés por Adorno, Marcuse o Horkheimer
me condujo al interés que Rossllini manifestó, sobre todo en su última
etapa, por alguno de los autores de la
Escuela de Frankfurt. El neorrealismo de Rossellini -que ya invitaba y
proponía un ámbito más allá de lo meramente observable- dará paso a un
didactismo de carácter divulgativo en donde no se hace una concesión ni
al entretenimiento ni al espectáculo. La autenticidad de esta etapa de
Rossellini viene dada, precisamente, por entender el arte, exclusivamente,
como un proceso socrático de conocimiento, así como por extraer al máximo
el jugo ético que toda imagen incorpora. Su teoría de la «imagen esencial»
no es más que el resultado de subordinar toda estética a la idea, así
como de comprender que toda concesión a la estética significa hoy un fraude.
Con Leonardo, Rossellini cree que el saper vedere exige un rodeo
cerebral, un mapa o esquema capaz de dar al ojo la graduación necesaria;
con Comenius, que la autopsia del mundo en imágenes (orbis pictus)
exige la conjunción de todos los sentidos posibles, incluyendo la visión
del entendimiento. “Cuanto menos humano es el mundo -dice Deleuze refiriéndose
a Rossellini-, más le corresponde al artista creer y hacer creer en una
relación del hombre con el mundo, ya que el mundo está hecho por hombres”.
Rossellini parece decirnos con Adorno que no es posible filmar después
de Auschwitz, que el cine ha traicionado todas sus promesas de emancipación,
y que “hacer cine” hoy debe significar algo absolutamente distinto.
Una de las
“patologías” que Rossellini describe de manera magistral en el hombre
contemporáneo es su “infantilismo”. El cine, lejos de buscar la conquista
de un ciudadano autónomo y maduro desde el punto de vista emocional e
intelectual, busca niños, consumidores fáciles y dóciles que a su vez
demanden juegos y juguetes, ya sea en formato visual, virtual o físico.
El cine debe ser, o más real que la realidad distorsionada, o de una virtualidad
tal que haga caer en la cuenta de que existe algo llamado “realidad”.
Tres
películas y un guión
Rossellini
se propone un proyecto televisivo que comenzará con los capítulos de
L'età del ferro (1964), seguirá con La prise du pouvoir par
Louis XIV (1965), La lotta dell'uomo per la sua sopravivenza (1967-69),
Atti degli Apostoli (1968), Socrate (1970), Blaise Pascal
(1971), Agostino d'Ippona (1972), L'età di Cosimo de Medici
(1972) y que concluirá con Cartesius (1973). Dentro de este mismo
proyecto, quedó inconcluso un telefilme dedicado a Marx del que conservamos
su guión: Trabajar para la humanidad. Este proyecto televisivo
se adapta como un guante a sus propuestas de educación integral: 1º) La
educación no es un proceso limitado el tiempo: siempre se aprende. 2º)
Las actividades desarrolladas por cada individuo (trabajo, profesión)
no debe significar el fin supremo de la vida. 3º) Debe potenciarse desde
la infancia la voluntad de saber.
A
continuación, y basándonos en las tres películas de Rossellini seleccionadas,
estableceremos de manera sintética los contenidos básicos dignos de ser
subrayados.
Sócrates
Sócrates
contempla la demolición de las murallas atenienses por parte de los espartanos.
El ambiente tenso propicia las reflexiones sobre la democracia y el gobierno
de los treinta tiranos. Algunas desobediencias de Sócrates y sus críticas
a los dioses atenienses propician que Meletos acuse de impiedad y de corromper
a la juventud al filósofo. Sócrates decide defenderse a sí mismo ante
los 501 jueces en un alarde de inteligencia y argumentación. Una mayoría
exigua (280 votos sobre 515) lo condena a muerte y, lejos de huir o de
conmutar la pena, considera que la mejor manera de mostrar que una sentencia
es inicua es padeciéndola.
La
película muestra un Sócrates cotidiano y cordial, nada ampuloso ni pretencioso;
un Sócrates cuya únicas obsesiones son la verdad y la justicia y cuya
principal arma es la elocuencia. Sócrates representa para Rossellini la
independencia del pensamiento, la cordura en estado puro y la asunción
de las consecuencias, sean éstas las que fueran. La película ofrece -lejos
de la visión de Aristófanes- una buena combinación de la perspectiva de
Jenofonte y Platón; en ella encontramos al hombre y al tábano, la ironía
y lo cotidiano junto a la mayéutica y el intelectualismo moral.
Agustín
de Hipona
Agustín
de Tagaste sucede como obispo de Hipona a Velerio. El pensador cristiano
deberá hacer frente a las continuas herejías donatistas, en una época
en la que el Imperio Romano -sometido al acoso bárbaro- toca a su fin.
Agustín de Hipona deberá también responder a distintas acusaciones, entre
ellas la de maniqueo.
Agustín
de Hipona representa de manera ejemplar el orden en un mundo de caos,
el tránsito entre la civilización que se apaga y aquella que se enciende,
así como la unidad entre el pensamiento y la acción. La película tiene
el gran mérito de contextualizar aquella época asociada a la Patrística
medieval eliminando toda tentación apologética. Como en todas sus películas,
Rossellini no pierde de vista al hombre de carne y hueso, de ahí que se
subraye, en una época en la que el individuo valía bien poco, la revalorización
del sujeto humano como tal. El mismo Roberto Rossellini comentará respecto:
«Agustín enseñó a los hombres a comportarse como tales, a pensar y a obrar
sin miedo, a fin de que cada acto fuese una preparación para los que vendrán
después». Agustín de Hipona es el símbolo de la interioridad, pero también
de una ética esforzada llena de tareas y compromisos alejada de hazañerias
heroicas. La condena a la injusticia social y a la corrupción que Agustín
de Hipona realiza en la Basílica Pacis es, también en este sentido, ejemplar.
Descartes
Descartes,
a los 18 años, abandona el colegio de jesuitas de La Flèche. En París, coquetea con la
sociedad cortesana y erudita hasta que, cansado de una vida fútil, se
enrola con el príncipe Nassau en Breda. Descartes es un pensador inquieto,
sus continuos viajes significan también continuos vínculos intelectuales
tan distintos como pueden ser Beeckman o Pascal (como vemos también en
su película de mismo nombre).
Descartes
tiene con una criada de un albergue una hija ilegítima, Francine. Los
constantes compromisos intelectuales del filósofo relegan a su hija a
un segundo plano. La muerte de Francine ejemplificará para Rossellini
lo que significa una pésima elección. El conocimiento y la ciencia deben
ser conocimiento y ciencia del hombre para el hombre. Cuando éste cae
bajo el rodillo de las pretensiones intelectuales, el conocimiento es
tan sólo ilusorio. Amor y conocimiento no son incompatibles, ni siquiera
exigen una yuxtaposición. Rossellini, inspirándose en un libro de Benedetto
Croce sobre un anticartesiano, Vico, no ocultará su parecer: “Si hay un
personaje repugnante, éste es Descartes, porque era un cobarde, un perezoso,
un terrible amargado. Pero también sabía pensar […] Mostré a Descartes
con todos sus defectos, con todas sus cobardías. Fue un hombre que nunca
publicó El discurso del método a causa del proceso de Galileo. Inventó
las jergas más alambicadas para ver si podía escapar de la Iglesia. Era un tipo horroroso […] pero
muy competente para pensar”.
De
nuevo, el siglo XVII, un siglo inmerso en guerras religiosas, exige la
necesidad de un nuevo orden, tanto en el pensamiento como en el mundo.
La crítica de Descartes a la Escolástica, a la ciencia aristotélica, a
la vana erudición y al principio de autoridad no tiene en este sentido
parangón. No obstante, y a pesar de ello, Descartes muestra para Rossellini
una razón poco razonable, una razón nada vital y un saber que poco tiene
que ver con el saber vivir.
Lavorare
per l’umanità
Tréveris
1835, Marx se dispone a partir hacia la Universidad de Bonn; allí estudia los cursos obligados de Jurisprudencia,
pero también Historia del arte o Literatura griega y latina con Schleger.
Pasado un año, Marx se dirige a Berlín para continuar sus estudios, auspiciado
siempre por el que será su suegro, el Barón von Westphaten (ejemplo para
Rossellini de que la riqueza tiene siempre el deber moral de servir a
los intereses de la educación). Allí, en el centro neurálgico de Prusia,
tomará contacto con lecturas que a la postre serán fundamentales: Saint-Simon,
Kant, Fichte… Como redactor del Rheinische Zeitung, Marx conocerá los
sinsabores de la censura y la persecución política, hasta el punto de
tener que marcharse a París y posteriormente a Bruselas. A lo largo de
sus peripecias vitales (matrimonio con Jenny von Westphaten, nacimiento
de sus primeros hijos, profunda amistad con Engels), se cruzan personalidades
como Schelling, Ruge, Heine o el mismo Proudhon. La última parte del guión,
la componen una serie de anotaciones que van desde 1845 hasta marzo de
1948, fecha esta última en la que Marx es detenido por las autoridades
belgas y, tras ser liberado, emprenden de nuevo -ahora con tres niños-
el retorno a París. El guión concluye: “Un fantasma merodea por Europa,
es el fantasma del comunismo”.
Para
Rossellini, Marx no significa tan sólo el activismo de la acción por la
acción: “en la concepción marxista del mundo, la acción -tal y como él
mismo dice- se tiene que definir ‘racionalmente’”. Rossellini huye de
las interpretaciones simplistas que hacen de Marx un demonio o un mesías.
Recordándonos la carta del mismo Marx a Paul Lafarge en la que dice “je
ne suis pas marxiste” (yo no soy marxista), o la interpretación de
Althusser en la que la filosofía de Marx es más bien una praxis de la
filosofía que una filosofía de la praxis, Rossellini afirma con rotundidad:
“Marx no es nunca un dogmático. […] Muchos marxistas veneran a un Marx
que tiene poco -o nada- que ver con el Marx de la realidad”. Para el filósofo
alemán lo humano es tan real como lo inhumano; no obstante, ello no significa
que la negatividad, la alienación, la inhumanidad no deba ser superada.
Rossellini subraya algo que parece haber pasado desapercibido para los
marxismos tradicionales: los medios con los que conseguir la superación
de la inhumanidad: “Los métodos -dice el mismo Marx en un discurso celebrado
en Amsterdam en 1872- a través de los cuales se operan los cambios serán
profundamente distintos en cada país”.
Experiencias
educativas
La
diferencia entre ver y mirar consiste en que para ver realmente es necesario
antes saber y comprender significativamente. “Un arte no intelectual -dice
Andrei Tarkovski- porta ya el germen de su propia tragedia”. Para decirlo
con pocas palabras, podemos utilizar las amas de nuestro competidor cultural:
rescatar lo intelectual partiendo de lo visual.
Junto
con la programación de Filosofía y ciudadanía para 1º de Bachillerato,
el Proyecto cinética
(al que pretenciosamente me gusta describirlo como “cine y ética en movimiento”)
trata de establecer de manera paralela una Historia de la Filosofía en el que estén representados
un autor para cada edad, ya sea ésta Antigua, Media, Moderna o Contemporánea.
De este modo, y paralelamente al desarrollo sincrónico del programa de
Filosofía y Ciudadanía, el alumno posee una excelente introducción histórica
y diacrónica de los procesos filosóficos a nivel visual, facilitando enormemente
la asimilación de los contenidos presentados en sus respectivas materias
de Bachillerato.
Un proyecto
como éste exige cierta interdisciplinariedad. Esta es una actividad propicia
en la que se puede participar con alumnos de Aula de cine o Comunicación
audiovisual, rodando, por ejemplo, algunas de las secuencias comprendidas
en le guión sobre Marx o interpretando las relaciones entre texto y cine
plasmadas por Rossellini. Muy interesante es también la colaboración con
determinados departamentos de lenguas extranjeras, ya que, si bien Agostino
d’Ippona o Cartesius fueron grabadas originalmente en italiano,
la versión original de Socrate o Blaise Pascal es en francés.
Dado que no
están por el momento en versión española las películas a las que me refiero,
traduzco y subtitulo aquellas partes que considero especialmente interesantes.
Para esta última tarea, existen programas como el DivXLand Subtitler o
el Subtitle Workshop. Presentamos a continuación, a modo de ejemplo, algunos
subtítulos de la película Socrate evidentemente sin sincronización
visual):
[Contexto:
tras conocer las acusaciones de que es objeto Sócrates, Lisias, que está
dispuesto a todo para salvar a su maestro, mantienen con él la siguiente
conversación].
L. –Sólo
quiero tu bien, Sócrates, no el de los jueces.
S. –¿Serías
capaz entonces de hacerles mal a ellos para hacerme bien a mí?
L. –Claro
que sí.
S. -¿Cómo
podrías hacerme bien a mí si les haces mal a ellos? Sin duda crees que
el mejor bien es la vida…¿Una vida en la verdad una vida en la mentira?
L. –La
vida en la verdad.
S. –Pero
si respondes a las mentiras de mis acusadores con otras mentiras…, si
los persuades con halagos, la vida que ganase gracias a tu elocuencia,
¿no quedaría manchada por el engaño? No Lisias, la vida sólo merece ser
conservada con alegría; y la única alegría para el hombre consiste en
buscar sin rodeos la verdad. Y la verdad, como las estrellas, es difícil
de alcanzar. Podemos ver las estrellas desde la llanura, y también desde
las montañas, sin por ello tener la sensación de acercarnos más a ellas.
Pasa lo mismo con la verdad: no es preciso estar más cerca para verla.
Dado que
son tres películas, cada una de ellas se integrará en las distintas evaluaciones.
Las proyecciones siempre van acompañadas de actividades: única forma de
garantizar una auténtica comprensión. Para tal efecto, son imprescindibles
una serie de preguntas de aquellas partes subtituladas sobre las que se
ha trabajado en clase. Por ejemplo, en relación al texto anterior en el
que Sócrates discute con Lisias, es necesario preguntar:
1º) ¿Por qué
para Sócrates la verdad debe ser buscada sin rodeos?
2º) Mill señala
que “es mejor ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho”, ¿qué
piensas al respecto?, ¿acaso es lo mismo la felicidad que el bienestar?
3º) ¿Preferirías
que Lisias salvara a Sócrates con algún ardid? Justifica tu respuesta.
4º) ¿Qué relación
tiene el texto anterior con el “intelectualismo moral socrático”?
Las actividades
que realizan los alumnos (una batería de quince preguntas por película
aproximadamente) se evalúan conjuntamente con los controles de evaluación.
De las tres horas lectivas semanales ofertadas a Filosofía
y ciudadanía, una de cada tres de ellas puede estar dedicada al
Proyecto cinética. No obstante, para que en el proyecto puedan participar
los alumnos de 2º de Bachillerato, se proyectarán las películas (dependiendo
de la aceptación de éstos últimos), las tardes programadas (una cada dos
meses). Es importante que el alumno sepa relacionar los contenidos de
esta pequeña Historia del pensamiento a través de los ojos de Rossellini
con los contenidos de cada evaluación. Por poner otro ejemplo: dado que
la lógica formal e informal se da en la Primera Evaluación de Filosofía I, o Sócrates y los sofistas en Historia
de la Filosofía, es imprescindible establecer las consiguientes relaciones
con la lógica de la argumentación socrática: con la mayéutica, las falacias,
los silogismos o el intelectualismo moral.
El guión sobre
Marx exige, a los alumnos de Filosofía y ciudadanía,
una lectura y trabajo que debe realizarse a lo largo de todo el curso,
por ello, su calificación se tendrá en cuenta especialmente en la evaluación
final. Este guión se encuentra traducido al español en Roberto
Rossellini, la herencia de un maestro (Ángel Quintana, Jos Oliver y Settimio
Presutto [eds.], Valencia, Ediciones de la Filmoteca, 2005), de ahí que su lectura
pueda ser exigida a los alumnos de la materia.
Alfonso
Moraleja Juárez
Profesor de Filosofía y Ciudadanía en el IES Villarejo
de Salvanés (Madrid).
BIBLIOGRAFÍA
-
AAVV: La política de los autores. Entrevistas con Renoir, Rossellini [y
otros], Madrid, Ayuso, 1974.
-
P. Bourdieu: Sobre la televisión, Barcelona, Anagrama, 1998.
-
Comenius: Didáctica Magna, Madrid, Akal, 1986.
-
G. Deleuze: La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2, Barcelona, Paidós,
2004.
-
S. Keen: El lenguaje de las emociones, Paidós, Barcelona, 1994.
- J. Mander: Four Arguments for The Elimination Of Television,
Quill Press, New York 1978.
-
A. Quintana, J. Oliver y S. Presutto (eds.), Roberto Rossellini, la herencia
de un maestro, Valencia, Ediciones de la Filmoteca, 2005.
- Roberto Rossellini: Utopia autopsia 10, Barcelona, Dopesa, 1975.
-
R. Rossellini: Un espíritu libre no debe aprender como esclavo, Barcelona,
Paidós, 2001.
-
G. Sartori: Homo videns: la sociedad teledirigida, Madrid, Suma de Letras,
2005.
-
P. Sloterdijk: Normas para el parque humano, Madrid, Siruela, 2000.
- Ph. Strick: «Rossellini in 76», en Sight and Sound,
primavera de 1976.
-
A. Tarkovski: Esculpir el tiempo, Madrid, Rialp, 2005.
-
W. Wenders: La memoria de las imágenes, Valencia, Ediciones de la Mirada,
2000.
|
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