Un libro de la Fundación Largo Caballero relata la depuración de los funcionarios durante la dictadura

Italia: la recuperación romántica. “¡Bella Italia: eres el jardín del mundo!”, exclamaba el poeta Lord Byron en la plenitud del movimiento cultural europeo del Romanticismo. Summum de la belleza, memoria del arte clásico, sus ciudades, paisajes, gentes y su forma de vida ejercieron en el siglo XIX una singular ascendencia entre extranjeros escritores, intelectuales, bohemios y aristócratas. En tiempos del Grand Tour, todo creador que se preciara de serlo debía pasar por el rito de viajar a Italia y vivir la transformación que le suponía resurgir con una mirada diferente, despierta, intensa. Sus recuerdos, desde el viaje exclusivo de los más pudientes a los primeros viajes turísticos de la burguesía, que toma el relevo de la aristocracia, plasmados en lienzos y en fotografía, son el tema central de la exposición Ver Italia y morir, en las salas MAPFRE del Paseo de Recoletos de Madrid hasta el día 20 de diciembre.
El descubrimiento de la fotografía y su práctica alteraría la concepción del país de peregrinaje y la belleza. Los artistas, dominados hasta ese momento por su formación pictórica, abrazaron un medio que les permitía una objetividad documental desconocida hasta entonces, apareciendo una fructífera tensión entre la manera de ver la realidad de unos y otros, algo que afectaría a la percepción del denominado por muchos “paraíso terrenal”, pero también a la evolución que estos artistas sufrirán. Los comisarios Guy Cogeval, Ulrich Pohlmann, Françoise Heilbrun y Jöelle Bolloch están detrás de esta propuesta.

 
   

Los matemáticos unidos. El profesor de análisis matemático de la Universidad de Sevilla y desde 2007 conservador de los archivos históricos de la Unión Matemática Internacional, Guillermo P. Curbera, ha removido con fruto el discreto ambiente de la matemática con la edición de Matemáticos del mundo, ¡uníos!, el libro que resume sus varios años de conversaciones con matemáticos de unas 40 instituciones en una veintena de países. Escogido como regalo oficial en 2010 para los ganadores de las medallas Fields, el premio más importante de las matemáticas, en sus páginas se recoge las intimidades –guerras, amistades y veneraciones intelectuales- de esta comunidad científica a lo largo del último siglo, utilizando como hilo conductor los Congresos Internacionales de Matemáticos (ICM), donde se congregan miles de matemáticos de todo el mundo cada cuatro años desde 1897.
Presentado recientemente en la Residencia de Estudiantes, contando con prólogo del matemático sueco Lennart Carleson, premio Abel, Matemáticos del mundo, ¡uníos! entrega anécdotas como la detención del estadounidense Stephen Smale, activista contra la guerra de Vietnam, por las autoridades soviéticas en Moscú, en el ICM celebrado en 1966; se trató en realidad de una acción propagandista que realizaron en una agencia de noticias para después dejarle de nuevo en el Congreso de Matemáticos. O la muy reciente protagonizada por el investigador ruso Grigori Perelman, en el Congreso de Madrid en 2006: se negó a recoger su medalla Fields y rechazó el premio de un millón de dólares que reconocía el mérito de su demostración de la Conjetura de Poincaré, una de las tareas pendientes más importantes de las matemáticas.

 
   

Memoria de la España rural. El fondo documental fotográfico y cinematográfico histórico del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, que actualmente se encuentra en un proceso de digitalización, documentación y puesta en valor, dentro del proyecto de la plataforma para el conocimiento del medio rural y pesquero, está en estos meses siendo objeto de algunas exposiciones, como la que estos días alberga la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de Madrid o la que el propio Ministerio acogió en el verano, bajo el título Senderos de la memoria. Una mirada sobre la España rural (1948-1968). De enorme valor histórico, sociológico, político y cultural, son imágenes procedentes de las colecciones que se formaron en la actuación de distintos Organismos del entonces Ministerio de Agricultura y de un Concurso fotográfico convocado por el ministerio sobre temas agrarios, ganaderos y forestales, a lo largo de dos décadas.
Las condiciones sociales y laborales de una España profundamente rural y agraria, y el modo en que el Servicio de Extensión Agraria actuaba en ella, modernizando la agricultura y la sociedad rural española, son el tema específico de esta especial selección de imágenes de nuestra reciente experiencia histórica. Algunas piezas del fondo documental cinematográfico producido por el Ministerio también entre 1948 y 1968 son expuestas en esta Senderos de la memoria que debería poder visitarse en España entera.

 
   

El archivo de Cirlot, en el MNAC. Las hijas del poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot (Barcelona, 1916-1973) han donado el archivo personal de su padre al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), aportando con ello una valiosa información sobre la personalidad y el proceso de trabajo de quien fue uno de los intelectuales más singulares de nuestro país. Miembro destacado del grupo Dau al Set, con unos conocimientos sobre simbolismo, filosofía, música y arte que le permitieron articular una personal visión crítica sobre el arte de las décadas de 1950 y 1960, Cirlot es autor del Diccionario de los Símbolos, de 1958, libro con el que consiguió un gran reconocimiento internacional y que aún hoy continúa reeditándose.
La documentación legada, que abarca desde el año 1958 hasta 1972 –el autor destruyó la anterior–, contiene información sobre su proceso de trabajo; notas y reflexiones sobre la literatura y el arte; correspondencia; originales de sus poemas; abundante material sobre teoría estética, poemas visuales, separatas y publicaciones del autor.

 
   

Científicos del exilio. El exilio, la prisión y la inhabilitación de médicos, farmacéuticos y científicos que provocó la Guerra Civil supuso una tremenda sangría para la sociedad española. La élite intelectual y profesional del país se exilió mayoritariamente tras la Guerra y la nómina de científicos en el exilio representa el núcleo dirigente de la ciencia española. México, Francia, Venezuela, Estados Unidos, Argentina, Cuba y la Unión Soviética acogieron catedráticos de universidad, médicos, químicos, farmacéuticos, físicos, biólogos, antropólogos o matemáticos. Anónimos en muchos casos, sus trayectorias profesionales y vitales son recordadas en la Universitat de Valencia ahora a través del congreso “El exilio científico republicano. Un balance histórico 70 años después”, organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y la Universitat, y de la exposición “Científicos del exilio 1939-2009”, un recorrido de 200 piezas, hasta el 7 de marzo en la Sala Lluis Alcanys, en el que se recuerda el trabajo, la valía y el esperanzado afecto a España que siempre estuvo en el colectivo de científicos en el exilio. 

 
     
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