La crisis que estamos viviendo ha cogido a contrapié a un sistema de Formación Profesional que está en plena actualización, desarrollo y unificación de los distintos subsistemas existentes: ocupacional, permanente y curricular. Desde esta premisa, el autor del presente artículo abre un espacio de reflexión y debate sobre el papel que la FP puede y debe desempeñar en esta situación y acerca de las adaptaciones y reformas que para ello ha de afrontar.

La Formación Profesional
y la crisis

Juan Antonio Díaz López
I.E.S “Lorenzo Hervás” de Cuenca

No a mucho tardar se abrirá el debate acerca de las reformas estructurales que hay que adoptar en el ámbito laboral, y sobre la compleja modificación que necesita nuestro sistema productivo. Necesariamente la Formación Profesional debe ser una de las herramientas prioritarias de estos cambios si es que realmente pretendemos basar nuestro próximo modelo productivo en trabajadores de un nivel superior de cualificación y polivalencia que el actual.
Antes deberíamos estudiar por qué hemos llegado a esta situación de colapso del mercado laboral, para poder prevenirla en un futuro, y yendo un poco más allá, deberíamos incluso reflexionar sobre datos significativos a los que en su momento no se les dio especial relevancia ni prestó el interés debido, y que era claro que tarde o temprano tendrían sus consecuencias. Referencias de importantes instituciones como los extraídos del último Informe PISA -dependiente de la OCDE- y del INE, nos revelaron datos contradictorios como el que siendo la octava economía del mundo tenemos regiones con un nivel educativo -por ejemplo en lecto-escritura y comprensión lectora- propios de países considerados culturalmente menos desarrollados.
Quizá, como dicen desde hace tiempo expertos como J. Sarramona y F. Trujillo, sea ya imprescindible un cambio de enfoque pedagógico en el cual no bastaría lograr que los alumnos sean solo capaces, si no también competentes en sus tareas. Está claro que el debate a cerca de la adquisición de competencias ineludiblemente hay que abordarlo más pronto que tarde. Otro dato a tener en cuenta es que un país como el nuestro, avanzado cultural e industrialmente, no puede soportar de ninguna manera un 30% de abandono antes de concluir secundaria obligatoria, y un 30% de alumnos universitarios que no titulan finalmente en nada, consumiendo ambos fracasos educativos un 1% del PIB, un dato que habría que tener en cuenta. A pesar de este porcentaje de universitarios que abandonan, aún con un 70% de titulados somos uno de los países de Europa en que más universitarios titulan cada año, siendo su mercado laboral de los más pequeños de Europa debido a la escasa vinculación que tenemos entre la Universidad y la Empresa.
La acumulación de todos estos datos han supuesto un desajuste en el mercado laboral que ha provocado una situación insostenible hasta ahora tapada por la bonanza económica, y a la que hay que dar respuestas que requieren cambios de gran calado, pues nos jugamos a parte de muchos recursos económicos infructuosos, algo tan importante como la preparación de las generaciones futuras del país.

Recualificaciones

Sobre estos cambios, en los prolegómenos de la crisis, una vez se comprobó que esta era más profunda de lo pronosticada y que entre otros efectos se llevaría por delante millones de puestos de trabajo, ya se apuntó la necesidad prioritaria de hacer un trasvase de trabajadores de la construcción hacia otros sectores. Se dio a la Formación Profesional la misión de hacer este trasvase efectivo, articulando los mecanismos para habilitar a estos trabajadores, pero la realidad es que este movimiento de trabajadores de un sector hacia otro es un proceso altamente complejo no factible de una manera inmediata, pues se puede certificar, pero no formar y cualificar a una persona de la noche a la mañana, al menos no solo en papeles.
Para comprender esto además debemos ser conscientes de que partimos de una situación poco favorable, ya que además de que la nueva FP aún no esté desarrollada, requiere su tiempo y sus recursos, hay que tener en cuenta un dato especialmente importante: “la inmensa mayoría de los trabajadores a recualificar tienen un nivel de adaptabilidad hacia otros sectores limitado, debido a que poseen un nivel muy bajo de formación”, lo que nos lleva a pensar en que quizá los cambios no solo hayan de darse en la FP, si no en niveles precedentes.
Además de replantearnos lo necesario de una mayor inversión en la Formación Profesional para potenciarla y darle el reconocimiento que merece para hacerla atractiva y productiva, sería bueno que el RD 1538/2006 y la Ley de Cualificaciones profesionales de 2002 se desarrollasen con la máxima celeridad posible si es que pretendemos que la FP pueda dar respuestas en breve plazo. Es importante también acelerar las gestiones de coordinación entre los Ministerios de Trabajo y Educación para instrumentalizar y homogeneizar el proceso de recualificación, con el objetivo en un primer momento de paliar el paro en lo posible mediante la certificación y recolocación del máximo de efectivos susceptibles de ello, y en un segundo para iniciar la formación y el relanzamiento hacia los nuevos sectores que se dispongan.


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