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JULIA FERNÁNDEZ
Malaqa, con sus etapas y sucesos claves, con sus espacios, en un territorio relativamente extenso y centrándose en la ciudad misma; en el centro o madina, en sus arrabales, las murallas y puertas, mézquitas, rábitas y madrasa, los enclaves comerciales, el puerto y las atarazanas, la Alcazaba y Gibralfaro. Malaqa con sus ciudadanos autóctonos y foráneos amalgamados en una identidad andalusí; Malaqa de activo comercio de cerámica y tejidos; y Malaqa de recuerdos árabes escarbados: “Hemos querido dar una visión panorámica de la Malaqa que vivió entre 711 y 1487”, afirma Adelaida de la Calle, rectora de la Universidad de Málaga, institución responsable de esta “Malaqa: entre Malaca y Málaga”, desplegada estos días en las salas de exposiciones de su rectorado: “Mostrar esa vida que, tal vez por ser tan cercana, queda oculta en la historia convencional hecha de matrimonios reales, de pactos, de batallas o de territorios que se ganan o se pierden. Al contrario, la historia que mostramos no es la de las guerras, sino justamente la del incalculable valor de la paz, la de siete siglos de coexistencia durante los cuales floreció el saber y, a la vez, la cultura como caldo de creatividad, la cultura como concordia , que no solo salva las fronteras, sino también las razas y los tiempos.”
Ejemplos de cotidianidad
Esta intención declarada de narrar vida y no solo acontecimientos de la historia es el atractivo especial que encierra el proyecto “Malaqa: entre Malaca y Málaga” que, además de narrar sintéticamente cómo ha ido descubriéndose esta Malaqa, cuáles son sus grandes prohombres y piezas arqueológicas, logra centrar el conjunto de su recorrido en el reflejo más cálido y cercano de su realidad, construido sobre piezas procedentes del Museo de Málaga, un centro que en breve inaugurará etapa.
Una ciudad de la que hablan los braseros contenedores de brasas para calentar los hogares, quizás también con uso culinario, realizados en metal, piedra y cerámica; las grandes jarras o cántaros destinados al acarreo y almacenamiento de agua; la jofaina y taza califales de cerámica, destinadas a la presentación y consumo de alimentos y decorados con trazos de manganeso; las redomas o botellas con los que se escanciaban los líquidos; los candiles de piquera, la evolución de las lucernas helenísticas romanas; los jarros con pitorro vertedor y jarritas, con dos asas, destinadas a la bebida; la cazuela y marmita a torno lento, de uso utilitario y no decorativo y las marmitas globulares, panzudas, tan habituales en la cocina musulmana; la cantimplora de cerámica para el transporte de agua; los juguetes que reproducen en miniaturas jarros, jarras, jarritas, ollas, un ataifor y un anafre de cocina o, entre muchos otros preciados restos, la gran orza de los leones y los pájaros, ejemplar único por su belleza.
Brillo intelectual
“El alfaquí e historiador malagueño del siglo XIII Ibn’Askar, en su Kitab A’lam Malaqa (Libro de los sabios de Málaga) describe esta ciudad a la que afluyen y en la que residen ilustres personajes, ulemas, poetas, hombres de ciencia, que la convierten en foco intelectual de gran relevancia”, recuerda María Jesús Viguera Molins, catedrática del Departamento de estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense y comisaria de la muestra: “Unos fallecerán aquí, otros vendrán de paso, en muchos casos hacia el Magreb o hacia otras ciudades de Al Andalus, en un proceso de brillante interacción cultural. La élite intelectual se reunía en tertulias en las que se debatía y rivalizaba poéticamente ante el emir”.
Ilustrado con manuscritos, fragmentos y tableros, este pasado de brillo intelectual de Malaqa tiene un pilar poderoso en el hecho de haber sido, durante los siglos XII y XIII, un influyente centro de formación del grupo de los ‘talaba’, jóvenes de elevada extracción social, instruidos no solo con una educación jurídico-religiosa, sino también en el adiestramiento militar y literario. Ser uno de los principales talleres de scriptoria de ejemplares coránicos en Al-Andalus y constituir un esencial punto de enlace entre Granada y el Magreb, se cuentan entre hechos fundamentales de este gran pasado cultural.
El telar
La manufactura de la seda, esa que hizo decir en el siglo XIII al cordobés ax-Xaqundi: “Malaqa es famosa por sus fábricas de tejidos de seda de todos los colores y dibujos; algunos tan ricos que un vestido de aquel material costaría miles y miles de dirhams”, es el núcleo principal del apartado que indaga y muestra los “Productos y comercio” de Malaqa. Sus fragmentos, de enorme imaginación, colorido y virtuosismo técnico, expresan un refinamiento sabiamente adquirido y son el contrapunto esplendoroso de esas otras piezas cotidianas que la muestra significa en su comienzo.
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