En el presente artículo, su autor, maestro y licenciado en Psicopedagogía, advierte sobre los riesgos y peligros de la intromisión de la publicidad en la escuela, denuncia la creciente incidencia de determinadas prácticas mercantiles en el entorno docente y sugiere abrir un cauce de reflexión sobre las consecuencias de este nuevo fenómeno social y sobre el papel que tanto profesorado como familias deben asumir, desde unos postulados didácticos y formativos, respecto a las vigentes fórmulas de incitación al consumo en el ámbito infantil.

Intromisión de la publicidad
en la escuela

Vicent Pallarés Pascual
Maestro y Licenciado en Psicopedagogía

ODEMOS comprar estos libros

a esta editorial que nos regalará un portátil. Es mejor que a esta otra que nos regalaba sólo un radiocasete”. Esta conversación la escuché el otro día a unos maestros mientras mi asombro aumentaba por momentos.
Pero estos comentarios sólo son la punta de un gran iceberg, ya que los centros educativos hace tiempo que se han convertido en un gran negocio que mueve millones de euros y que genera un amplio interés por determinadas empresas. En las escuelas no sólo están los niños y niñas. También están sus familias. A los ojos de las empresas, multitud de posibles compradores que hay que captar para que consuman sus productos.
En primer lugar, creo que la ley de utilizar libro sigue demasiado intacta a mi parecer y aún son excesivos el profesorado que lo utiliza en sus clases y esto genera que se hayan de producir y vender. Los libros de texto no son perfectos e infalibles como se creen ciertos y ciertas docentes. Aún esconde un currículum oculto, que habremos de ver cómo influye en lo que enseñamos si queremos tener una visión crítica de la educación.
Pero antes de empezar el curso escolar comienzan las visitas de los representantes en los centros educativos de las editoriales que, además de mostrar sus productos, muestran sus jugosos regalos para los centros. Todo para que se siga comprando los libros, que se promocionan y con los que continúan su negocio.
Hagamos cálculos, si un alumno se gasta 200 euros. Un colegio de 1.000 alumnos gasta 200.000 euros (30 millones de las antiguas pesetas). Cómo podemos comprobar hay mucho dinero en juego que no se puede dejar perder. Hay que utilizar todas las cartas posibles para vender.
Como a gran parte del profesorado le da igual elegir un libro que otro, los regalos entran en juego para influir en esta decisión. Así, si se ofrece un portátil para la escuela, que cuesta sobre unos 600 euros, no es nada para una empresa que puede ganar 200.000 euros en una escuela con la venta de libros.

Intromisión del mercado

Otra de las formas que he observado de intromisión del mercado ha sido el interés de ciertos supermercados por la escuela. Hace tiempo, un amigo mío que vivía en Estados Unidos de América me contaba que allí había supermercados que si los padres conseguían hacer compras por un determinado valor, el supermercado hacía filantropía y regalaba ordenadores o material escolar. De esta manera mataba dos pájaros de un tiro. Por un lado, hacía filantropía y se quedaba con la conciencia tranquila, y por otro lado se hacía una buena publicidad, que creo que le interesaba mucho más. Una nueva manera de llevar a cabo su responsabilidad social corporativa, ya que puedes salvar al oso panda o puedes ayudar a la escuela de tu barrio. Yo más que responsabilidad social corporativa le diría publicidad oculta pero siempre hay maneras de decir las cosas.
Con esto consigues que la familia o personas que rodean al niño, compren a un determinado lugar, para conseguir los puntos y que su escuela pueda tener dos ordenadores más o más material escolar. Si tenemos en cuenta lo que cuesta la publicidad, el precio de dos ordenadores es una miseria y a las futuras empresas compradoras les acerca mucho más a una gran población que puede adquirir sus productos. Negocio redondo.
Mucho profesorado de las escuelas aún no tiene en cuenta esto, ya que piensa que es un ordenador o un material que gana la escuela, pero cuando la realidad es que estamos consiguiendo seguirles el juego a las grandes empresas y picar en sus estrategias de publicidad.
Otro filón que he visto son las revistas y los libros de lectura para el alumnado, de distinto tipo. Y qué mejor lugar para promocionarlo que en las propias escuelas y en horario lectivo. Una maestra se quejaba que perdieron una hora lectiva a causa de la explicación de los materiales que iban a vender. Dieron una bolsa a los niños llena de cuentos para que la llevasen a casa y la viesen sus padres por si interesaba comprar. Ahora bien, si no les interesaba después había que devolverlas para que la editorial las pudiera llevar a nuevas escuelas. A cambio regalaron unas revistas para el centro que pueden servir como más publicidad para sus productos, ya que habrá niños y niñas que las pedirán a sus familias.
Continuamos siempre con la misma idea: vender, vender. El objetivo continúa siendo el mismo: nuestro alumnado.
Por último, están aquellas promociones que se hacen dentro de la escuela, de productos para maestros, en las que se ofrecen ollas, mantas o enciclopedia que creo que ya están un poco pasadas. ¿Es que no existen suficientes tiendas para poder vender que necesitamos que los productos vengan a la escuela? Creo que no son un lugar para negociar, sino para aprender y enseñar y transformar realidades. No para crear futuros consumidores o para perpetuar el consumo masivo como nos recuerda el mercado, con su bombardeo publicitario constante. Tendríamos que evitar que los centros educativos se convirtiesen en un mercado.

El alumnado, en el punto de mira

Creo que es poco ético que los niños y niñas sean objetos y medios de estas vendas, ya que ellos y ellas son los que más necesitan una educación de calidad. Se sabe que los niñas y niñas tienen un gran poder para convencer a sus padres de que adquieran ciertos productos. Ya viven suficientemente este mundo de las marcas como se puede comprobar en sus conversaciones. La televisión se centra en ellos, como a potenciales compradores de objetos. Lo que está claro es que nuestro alumnado está en el punto de mira. Las escuelas son un territorio sin conquistar y en ellas están los futuros compradores. En ellas se ha de educar para el consumo, que es lo que mueve esta sociedad.
El neoliberalismo no puede dejar espacios libres para la crítica. Otro gran clásico son los concursos literarios o de dibujo, promocionados por alguna marca, como por ejemplo de refrescos, que, con un bajo coste, hacen llegar al alumnado una gran cantidad de publicidad, en forma de pequeños objetos, como gorras, bolígrafos, etc. Con la excusa de temas como la paz o  el respeto nos acercamos a los más pequeños  y, de paso, a sus familias, ya que cuando llevan los obsequios todo el mundo los puede adquirir.
Como profesor creo que hemos de implicarnos éticamente para evitar que esto ocurra en nuestras escuelas. Hemos de hacer que puedan vivir de una forma plena su infancia y su juventud. Hay muchas personas dispuestas a acabar con ella y convertirla como una etapa más de consumo más que una etapa más de la vida. En un mundo que gasta millones en influir en nuestras actitudes de compra deberíamos en primer lugar explicar a nuestro alumnado cómo no caer en ese consumismo descabellado. También tenemos la obligación de que los centros educativos no se conviertan en un mercado.
Un problema es que nos hemos acostumbrado a la publicidad, y nos parece una cosa normal que esté en todos los espacios de nuestra vida. Desde que nos levantamos por la mañana hasta que cerramos la televisión o la radio para irnos a dormir, el bombardeo publicitario no cesa. No tiene horario.
Aún no hemos llegado a lo que me comentó un amigo mío que estuvo de maestro: que en algunas escuelas de Estados Unidos había publicidad enfrente de los sanitarios de los servicios, para que necesariamente la tuvieras que mirar. Yo ya lo he visto en grandes áreas comerciales. Todo llegará a las escuelas. Pero cuando llegue que estemos preparados. Y nuestro alumnado también.
vicent.pallares@gmail.com

 

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