Marina apela a la “sociedad educadora”
En su último ensayo Aprender a vivir, el profesor y filósofo es partidario de una “pedagogía optimista” y de un nuevo modelo educativo

Madrid.
¿Se puede enseñar a vivir? Esta es la pre- gunta que se hace el profesor y filósofo José Antonio Marina en su último ensayo Aprender a vivir  (Ariel).  En su opinión, re-

sulta llamativo que las personas directamente implicadas en tareas educativas, es decir, padres y docentes, sean las más escépticas acerca de esa posibilidad. Lo que en abstracto parece evidente -la influencia de la educación- resulta menos claro cuando se desciende a los casos concretos. En muchas ocasiones no se ve la relación directa entre el comportamiento de los educadores y los resultados obtenidos: “¿Qué he hecho mal?” es, a juicio de Marina, una pregunta que surge una y otra vez en la cabeza de padres angustiados.
Según se desprende de la páginas de Aprender a vivir la meta de la educación es ayudar a formar personalidades inteligentes, es decir, que estén en buenas condiciones para llevar una vida feliz y digna. Para ello tenemos que desarrollar los recursos personales del niño o del adulto. El libro puede calificarse como de “psicología emergente, de pedagogía optimista, científico, práctico y bienhumorado”, que estudia la formación de esa personalidad, y que se opone a una visión trágica de la educación.
Marina ha escrito el libro por encargo de la Fundación de Ayuda Contra la Drogadicción (FAD) que se propuso “pasar de las musas al teatro” según su director, Ignacio Calderón, dando herramientas a los agentes educativos. Poner negro sobre blanco pautas para educar en un mundo en el que, según Marina, “padres y educadores se dicen incapaces de hacerlo”. Siempre ha sido la sociedad la que ha educado a través de ellos. En cambio, en este momento, parece que tienen que educar contra la sociedad, por eso se sienten desbordados. “Necesitamos una movilización educativa de la sociedad civil. Lo más sabio que se ha dicho en pedagogía es el proverbio de una tribu africana: para educar a un niño hace falta la tribu entera”, según Marina.

Individualismo

Episodios trágicos como el de Jokin, el adolescente que se suicidó en Hondarribia ante la presión de su grupo, ponen de manifiesto la necesidad de un nuevo modelo educativo y otras pautas. “El caso de Jokin es un ejemplo claro de colaboracionismo inconsciente de todo el entorno del muchacho. Nadie lo tomó en serio ni le dio pautas frente al acoso. Nos muestra además como está establecido el modelo de que quien se queja es un chivato y un cobarde”, señala Marina. “Se ha creado tal individualismo que nadie interviene ante situaciones así. Hubo falta de atención de los profesores, de toda la sociedad que conocía como se las gastaba ese grupo de gamberros”.
El autor de obras como Ética para náufragos, Diccionario de los sentimientos, La selva del lenguaje o Los sueños de la razón, cree que hay dar a los jóvenes los recursos necesarios para construir un personalidad positiva, una vida digna y feliz con la que afrontar “un futuro desolador, con una sociedad de soledades y solitarios, plagada de fracasos formativos y emocionales, de rupturas y conflictos afectivos, de deterioro laboral y graves tentaciones, en el que las drogas han venido para quedarse y al principio de un siglo XXI que se vaticina marcado por la violencia y la depresión”.
Aunque Marina es optimista: “el docente ha de serlo por definición ante una situación educativa desconocida en la historia de la humanidad, un círculo vicioso que podemos romper si todos asumimos funciones educativas para que la casa educativa no se quede sin barrer y seamos como la tribu educadora del proverbio”.

 

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