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Madrid.
MARGARITA
GIRON
Bajo
el título Qué será de nosotros, los malos alumnos (Alianza) el
catedrático de Psicología Evolutiva de la UNED y ex secretario de Estado
de Educación, Alvaro Marchesi, ha presentado un estudio sobre las causas
de fracaso escolar en España. Para ello ha trazado el perfil del estudiante
que no supera la ESO, y concluye que el bienestar emocional de los alumnos
es fundamental a la hora de determinar el índice de fracaso. Entiende
por tal, el desarrollo de una buena autoestima personal, la confianza
en los adultos que le rodean, el sentimiento de competencia y el reconocimiento
de otros. “Buena parte de los problemas de los malos alumnos comienza
en esa falta de bienestar emocional que impide su desarrollo moral, de
ahí la importancia de mejorar la atención a estos aspectos en el entorno
escolar”, explica Marchesi.
Pero
para que esta condición se pueda dar, es necesario que también se cuide
el bienestar emocional de los docentes, tarea que corresponde a ellos
mismos y a las administraciones educativas. “Es una profesión que satisface
a los profesores (el 92% así lo manifiesta) pero que conlleva conflictos
emocionales intensos”.
La dejadez de los padres
Por
último, la dejadez de los padres, unido a una creciente sensación de incapacidad
para hacer frente al problema, así como a las dificultades de entendimiento
con los profesores, complican aún más la búsqueda de soluciones.
Según
las estadísticas, el fracaso escolar no desciende en España. El 25% de
los alumnos no acaba la ESO, aún cuando existen diferencias importantes
entre los chicos y las chicas. Ellas lo consiguen en un 85% y ellos en
un 65%. La explicación puede estar en que la mujer tiende a ser “más ordenada,
más cumplidora y se adapta mejor a las normas escolares”.
También
hay diferencias geográficas importantes. Mientras que en Asturias solo
fracasa el 14’4% de los estudiantes, en Canarias ese porcentaje llega
al 35’8%. Después de los asturianos, los alumnos con menor fracaso escolar
son los navarros (17’3%), los vascos (17’5%) y los cántabros (18%). En
la cola, y después de los canarios, están los extremeños (34’4), los de
las islas Baleares (32’8%) y los de Murcia (32’2%).
Las
diferencias en cuanto al gasto público por alumno también son importantes
en cada comunidad autónoma. Así, mientras el País Vasco destina 4.400
euros anuales, Madrid llega a la mitad, 2.200 euros. Sin embargo, en opinión
de Marchesi, “por si solas no explican el fracaso escolar, existen otros
factores como el nivel sociocultural de los padres, que son determinantes”.
Medidas preventivas
Además,
muchos problemas de comportamiento de los malos alumnos tienen que ver
con la falta de protagonismo en el proceso de aprender. Por eso, Marchesi
insiste en la necesidad de prevención más que en esperar que las medidas
punitivas y disciplinarias acaben con el mal comportamiento. “Estos alumnos
hacen daño, pero también sufren. Necesitan apoyo y reconocimiento. Propiciar
la participación y utilizar la negociación con ellos, así como comprometer
a unos alumnos con otros (la fuerza de los iguales) para que colaboren,
es fundamental si queremos atajar el problema. Solo cuando estas medidas
fracasan, hay que plantearse el castigo, “porque el objetivo es recuperar
a estos alumnos, no solo evitar que molesten”.
Respecto
al perfil de los malos alumnos, hay que destacar la mayor tendencia de
estos a radicalizar su ideología, adoptando valores más extremos, que
construyen al margen de los que se les transmite en la escuela o en la
familia.
El desarrollo de la LOGSE
Para
Marchesi, la solución al problema de fracaso escolar requiere la adopción
de una serie de medidas que no implican cambiar las leyes educativas actuales.
“La LOGSE no se ha desarrollado bien –explica-, y no ha puesto en marcha
iniciativas que eran necesarias y que la Ley actual permite que se lleven
a cabo. Me refiero a acciones de política educativa que no requieren reformas
legales y que corresponde poner en marcha a las comunidades autónomas”.
Entre
estas medidas hay que destacar la apertura de los centros públicos por
las tardes para que los alumnos utilicen la biblioteca y puedan hacer
los deberes con el asesoramiento de algún profesional; la inclusión de
una hora de lectura diaria en las escuelas; así como una hora diaria complementaria
de refuerzo en grupos pequeños para los alumnos que se retrasan. En este
sentido, sería necesario aumentar la capacidad de los centros para realizar
contratos con profesores para servicios específicos como son esas tareas
de apoyo.
Igualmente,
la participación de los alumnos en los objetivos escolares con los profesores
y el centro, y la distribución equitativa de alumnos con riesgo de fracaso
entre todos los centros sostenidos con fondos públicos de la misma zona,
también son propuestas para mejorar la educación.
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