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Madrid. JULIA FERNANDEZ
Sus
imágenes impregnadas de un candor inquietante han establecido situaciones
encadenadas del estado emocional, comunicativo y relacional de la sociedad
alumbrada en la posguerra mundial en el único escenario que jamás fue
expuesto físicamente al hecho bélico pero que había sufrido al igual que
el resto de países europeos y asiáticos el trauma de las pérdidas y del
sufrimiento. Mujeres que sienten raramente el alejamiento progresivo de
su amante; hombres que vuelven a dominar en el plano de los sentimientos
y de la restringida sociedad civil; fracciones de planos que expresan
globalidades que son el marco usual del pequeño teatro que una familia
de los años sesenta cotidianamente atraviesa; puntos magnificados que
forman la trama de objetos que son esencia; imágenes como viñetas; colores
como banderas y palabras sueltas que son el recurso más apreciado del
extremo silencio de esa comunidad pintada: Roy Lichtenstein encerró en
su universo de imágenes coloreadas toda la significación que el banal
mundo creado en los comics arrojaba sin reflexión sobre la joven conciencia
americana haciendo en su traducción el análisis colectivo de sus deseos,
miedos y esperanzas. Sicoanalista pictórico de un nuevo estado social.
Visual
y cálido
El
amplio espectro recogido en la muestra antológica All about
art sobre el trabajo a lo largo de más de tres décadas de este enorme
creador permite por primera vez en España el acercamiento sin mediadores
al significado que su obra posee para nuestra vivencia de la contemporaneidad;
es al contacto con su recorrido creativo cuando realmente se comprende
el porqué este pintor de brochazos y reproducciones de imágenes de publicidad
e historietas ha llegado a soportar el símbolo de una corriente artística
que traía al primer plano del alumbrado el hecho popular sin reírse de
su simplicidad, ñoñería o mal gusto. Roy Lichtenstein es –ante sí mismo
y ante todos- el especial notario que añade verosimilitud a lo que sin
reflexión alguna todos estamos viviendo en esta sociedad; y su seria labor
es el único estandarte que el Pop Art ha podido enarbolar sin que el arte
sufra merma de su función por ello. Lejos del Warhol caricaturista y comercial
y también lejos de toda corriente simplificadora de un trabajo que está
considerado de responsabilidad social.
Esta
es la gran tarea que en la muestra retrospectiva expuesta estos días en
el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía pone en evidencia gracias
al acertado resumen que de su obra ha realizado el comisario Poul Eric
Tojner, director del Lousiana Museum of Modern Art de Dinamarca, institución
organizadora de la exposición en colaboración con la Roy Lichtenstein
Foundation de Nueva York, y que llega a nuestro país en un periplo que
le ha llevado por Dinamarca y Londres para terminar en el San Francisco
Museum of Modern Art.
Brushtroke
El
largo deambular que Roy Lichtenstein comenzó a comienzos de los años sesenta
con sus dibujos expresando sonidos y situaciones hasta sus últimas representaciones
del confort doméstico y los paisajes casi invisibles anteriores a su muerte
están presentes en estas casi cien obras que All about art nos
presenta en el primer acto que la ampliación del Museo Reina Sofía ha
acogido en una de sus nuevas alas expositivas: entre el acabado museo
y el sin estrenar proyecto Jean Nouvel, las obras del visionario Roy Lichtenstein
se abren en el mejor ambiente que podríamos imaginar, a caballo entre
lo establecido y el aún desconocido futuro del arte, centradas en su interior
por una enorme escultura –Brushtroke (1996)- situada en la nueva plaza
del Museo. Cincuenta lienzos y otros tantos dibujos procedentes de grandes
museos como la National Gallery de Washington, la Tate Gallery de Londres,
el MOMA de San Francisco, MOCA de Los Angeles, así como de museos de Frankfurt,
Dusseldorf, Zurich y numerosas colecciones privadas recogen todas las
grandes temáticas que este creador desarrolló en su obra a la vez que
intentan dar el sentido completo de su trayectoria global: es el encuentro
tardío que este creador deseaba con nuestra sociedad y que siete años
después de su muerte se celebra gozoso y admirativamente.
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