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La jornada laboral de un niño

Jugar o charlar con los amigos ya no constituyen las principales actividades de tiempo libre de los niños españoles. Al incorporarse al nuevo curso escolar, el horario de un alumno puede asemejarse a la jornada laboral de un adulto. Tras pasar la mañana y parte de la tarde en el colegio, los escolares se incorporan a las numerosas actividades extraescolares, que van desde la práctica de deportes, al aprendizaje de idiomas o el refuerzo en informática.
Con una carga horaria tan agobiante, los padres deberíamos cuestionarnos si estas actividades realmente responden a los intereses de nuestros hijos o si, simplemente, es una forma de quitárnoslos de en medio. No a todos los niños se les da bien el inglés o es obligatorio que destaquen en determinado deporte.
A pesar de que los expertos coinciden en que estas actividades extraescolares constituyen un buen complemento al currículo, no se deben imponer, sin antes valorar las capacidades y las preferencias de los niños. Para elegir las más adecuadas se debe tener en cuenta no sólo su valor académico, sino que resulten entretenidas para los chicos.
Contratar a una persona que cuide de nuestros hijos o inscribirles en actividades, que les mantengan ocupados hasta que regresemos del trabajo, es el dilema al que nos enfrentamos los padres.
No obstante, ambas soluciones conllevan un desembolso económico que muchas familias no pueden asumir. Una opción alternativa es aprovechar la oferta de los centros culturales municipales, que incluye idiomas, informática, pintura, cerámica y algunas actividades deportivas a precios muy razonables.

José Antonio Méndez Barzosa
Alcobendas (Madrid).

 
     
   

La droga no es un juego

Mi nombre es Juan Carlos Fernández. Con 14 años me fumé mi primero porro, como un juego de niños, en el barrio lo llamábamos el cigarrillo de la risa. Pasé seis años de mi vida fumando porros, hasta que decidí con 18 años irme a Marruecos, de allí volví con un problema añadido con el alcohol.
Me dediqué a vivir la vida loca, aprovechándome de mi familia; las discusiones familiares cada día eran más comunes, todos intentaban ayudarme e incluso se sentían culpables de mi condición.
Al cabo de los años conocí a un tipo que traficaba y me presentó a la “dama negra” (heroína). La primera vez que la consumí me puso malísimo, mucho calor, me sentí fatal, y al día siguiente yo iba a buscarle a él para seguir. Comencé consumiendo 1000 pts de heroína al día, sin olvidar el hachís y el whisky y en cuestión de tres meses se había convertido en medio gramo diaria.
Mi cuerpo tardó poco en asimilar esta cantidad y pedirme más; como mi familia era pudiente mi consumo subió a 22.000 pts al día.
En ese punto dejo de tener importancia todo, familia, amigos e incluso mi propia integridad personal.
Comenzaron a cerrarse todas las puertas familiares... Conseguí una pistola y me dediqué a atracar gasolineras y supermercados hasta que por fin un día caí en manos de la policía y el juez dictaminó que tenía que ir a prisión o ingresar en un centro; estuve tres días en un calabozo pasando el mono. Mi familia me ingresó en un centro en la sierra de Madrid, de esto hace ya más de 15 años. No os voy a decir que no me costó de nuevo recuperar la honestidad, las ganas de vivir y de luchar por mi y por mi familia; era como intentar subir por un tobogán resbaladizo por el que llevaba años bajando en picado.
Conseguí un nivel tan alto de ética que me dediqué a crear, mi propia familia, mi empresa, y a recuperar honradamente todos los años perdidos.
Mi más inmenso agradecimiento primero a toda mi familia y por supuesto a todos esos profesionales que me recogieron como una escoria y supieron reconstruir todo lo bueno que hay en mi.

Juan Carlos Fernández
Madrid

 
       
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