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que participen, con todo
tipo de aportaciones voluntarias, en el esfuerzo emprendido por el gobierno
egipcio para hacer renacer la Biblioteca de Alejandría”, fue planteado
por los jefes de Estado y de Gobierno y altos dignatarios que constituyen
la Comisión Internacional de Apoyo al Renacimiento de la Biblioteca de
Alejandría como un acto de “reconocimiento al regalo irreemplazable que
la antigua Biblioteca cedió a nuestro patrimonio común”. Se trataba, por
tanto, de contribuir al renacimiento de la que fuera una de las más importantes
creaciones humanas ligadas al saber y al conocimiento, y hacerlo como
pago de la trascendental significación que en las identidades de la cultura
occidental tuvo su legado en la Antigüedad: en el espíritu y en la letra,
en su generoso ejercicio de la cultura y en su extraordinario acervo literario,
filosófico y científico.
La concreción llegaba
el 16 de octubre de 2002 con la inauguración de la nueva Biblioteca Alexandrina
como culmen de un esfuerzo común egipcio e internacional, en el mismo
enclave geográfico que tuvo la antigua Biblioteca Ptolemáica y con su
mismo decálogo intelectual y cultural.
Alumbrar, copiar
Reconocer su deuda estructural
con la Biblioteca del ayer y apostar por el futuro de la recién nacida
es el espíritu que anima el homenaje que estos días realiza la Biblioteca
Nacional en su muestra sobre el pasado y el presente de su homóloga egipcia,
un acto que viene a sumarse al apoyo que España, encabezada por la Reina
Doña Sofía, ha dado a este proyecto desde hace doce años. Se trata de
una propuesta de más trescientas piezas, en su gran mayoría pertenecientes
a los fondos de la propia Biblioteca nacional y otras procedentes del
Prado, el Arqueológico, el archivo de Simancas, la Biblioteca de El Escorial
y la Biblioteca Nacional de Francia, entre otras instituciones, que ha
contado con la colaboración de la Fundación Winterthur y que recorre una
historia que nació tres siglos antes de nuestra era y que con la pausa
de los últimos tres siglos llega a nuestros días.
Una estatua de la musa
Clío recibe al visitante de esta exposición que la comisaria Paloma Fernández
de Avilés ha dividido en siete bloques que abordan desde distintas perspectivas
y etapas históricas el fenómeno intelectual de esta mítica Biblioteca:
desde la fundación de la ciudad, por Alejandro Magno, hasta el primer
renacimiento europeo, con las traducciones que los árabes y judíos realizaron
en la península ibérica sobre los fondos que la Biblioteca había copiado,
traducido y catalogado de sabios universales como Aristóteles, Euclides,
Arquímedes, Dioscórides, Galeno o Claudio Ptolomeo.
Tesoros digitalizados
Manuscritos griegos,
latinos, árabes y hebreos, incunables y ediciones raras de los autores
helenísticos, algunos de los tesoros de la Biblioteca Nacional, como la
“Cosmografía” de Ptolomeo, el maravilloso “Orbis terreris” de Sgrooten,
la “Biblia Pauperum”, el “Libro de la Esfera” de Alfonso X El Sabio o
“La materia medicinal” de Dioscórides, editada por Andrés Laguna; cartas
náuticas de gran valor y hermosos grabados con vistas de Alejandría...que
son arropados con esculturas, terracotas, monedas, instrumentos musicales
y otros objetos que traen el halo del tiempo en que estos fondos bibliográficos
eran creados. En otra sala accedemos a través de una pantalla táctil a
los manuscritos árabes digitalizados por la Biblioteca Alexandrina.
Una breve Visita Virtual
al Museo de Manuscritos que alberga la Biblioteca actual, junto a unas
proyecciones de su espléndido edificio y algunas imágenes recopilatorias
de lo que ha sido el largo camino hasta su apertura al público, cierran
esta muestra homenaje que, hasta el 21 de septiembre, recuerda el legado
espiritual y cultural que España y Occidente recibió de una Biblioteca
ubicada en Alejandría.
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