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El Puerto de Santa María (Cádiz) el "más joven"
de los poetas de la Generación del 27: Alberti había nacido
en 1902; y su poesía, constantemente "joven", ha ido
experimentando una permanente renovación a lo largo de su dilatada
existencia, oscilando entre el neopopularismo de Marinero en tierra,
el gongorismo de Cal y canto, el surrealismo de Sobre los ángeles,
el compromiso político de El poeta en la calle...; y así,
un largo etcétera de títulos que revelan una sorprendente
capacidad poética para abordar una gran heterogeneidad de temas
y estilos.
Alberti ya
descansa -cuando se cumple el centenario de su nacimiento- en esa bahía
gaditana que tanto ha añorado: a los quince años se trasladó
con su familia a Madrid -hasta 1923 su actividad principal es la pintura,
que cambiará pronto por el quehacer poético-; y, como consecuencia
de la Guerra Civil, se exilo primero en Argentina -hasta 1962- y, después,
en Italia -en Roma desarrolló tanto su vertiente creativa de pintor
como de poeta-, hasta que en 1977 regresa definitivamente a España,
sin que los avatares políticos, los cambios de residencia y el
paso de los años en ningún momento hayan condicionado la
continuidad de su labor poética y literaria. Sí; Alberti
reposa para siempre en su mar gaditano: muchos años después
de aquel retiro -por motivos de salud- en la sierra de Guadarrama (1923-1924),
y en el que la nostalgia del mar le inspiró su primer libro orgánico
de poemas -Marinero en tierra, Premio Nacional de Literatura, en
1925-, el poeta ha cumplido su deseo de compenetrarse físicamente
con el mar: "¡Qué dulce el agua salada / con su salitre hecho
cielo!", exclamaba el poeta en el poema "Desde alta mar",
del citado libro.
Revisión
global de la producción poética
Marinero
en tierra refleja, en efecto, la nostalgia de Alberti de su Cádiz
natal, añorado desde Madrid. Baste recordar un sencillo poema de
esta obra para justificar el gran entusiasmo con que fue acogida por Juan
Ramón Jiménez; obra en la que el propio Alberti reconoce
la influencia de los poetas anónimos del Cancionero y Romancero
españoles del XV:
Del
barco que yo tuviera
serías
la costurera.
Las
jarcias, de seda fina;
de fina
holanda, la vela.
-¿Y
el hilo, marinerito?
-Un
cabello de tus trenzas.
Los
temas y las formas populares continúan en los siguientes libros:
La amante (1925), El alba del alhelí (1926-1927).
Y si con Cal y canto (1926-1927) Alberti rinde homenaje a Góngora
y cultiva, además, los motivos de la vida moderna en una lírica
claramente vanguardista, con Sobre los ángeles (1927-1928)
logra una de las obras maestras de la poesía surrealista. A sus
últimos años de su estancia en España previos al
exilio corresponden varios libros de inspiración revolucionaria:
El poeta en la calle (1931-1935), De un momento a otro (1934-1938),
etc. En su exilio americano, Alberti sigue publicando libros de extraordinaria
belleza lírica, muchos de los cuales revelan la nostalgia de su
patria: Entre el clavel y la espada (1939-1940), Pleamar
(1942-1944), A la pintura (1945-1947) -bellas glosas líricas
de la obra de célebres pintores-, Retornos de lo vivo lejano
(1948-1956), Coplas de Juan Panadero (1949-1953), Ora marítima
(1953), Baladas y canciones del Paraná (1953-1954), etc.
De su estancia en Italia sobresale la obra Roma, peligro para caminantes
(1964-1967). Desde su regreso a España, Alberti publica varios
libros, el mejor de los cuales tal vez sea Versos sueltos de cada día
(1979-1982). Alberti es, asimismo, autor de un sugestivo libro de memorias
-La arboleda pedida- y de algunas obras de teatro: El hombre
deshabitado, El adefesio, etc.
Alberti se
instala en San Rafael de Guadarrama -para recuperarse, en un sanatorio
de la sierra madrileña, de una enfermedad pulmonar- durante los
veranos de 1922 a 1924; y allí escribe los poemas de un libro inicialmente
titulado Mar y tierra -y que, al publicarse, en 1925, tras obtener
el Premio Nacional de Literatura, llamará Marinero en tierra-.
El propio Alberti explica, en sus memorias -La arboleda perdida-
la génesis de esta obra: "Como su nombre daba a entender,
Mar y tierra se dividía en dos partes. La primera agrupaba
los poemas debidos directamente a la serranía guadarrameña,
junto a otros de diversa temática, y la segunda -que titulaba Marinero
en tierra-, los que iba sacándome de mis nostalgias del mar
de Cádiz, de sus esteros, sus barcos y salinas (...) Lejos andaba
yo por aquellos días de toda injerencia o desorden ultraístico,
persiguiendo una extremada sencillez, una línea melódica
clara, precisa, algo de lo que Federico García Lorca había
ya conseguido plenamente en su Baladilla de los tres ríos.
Pero mi nueva lírica naciente no sólo se alimentaba de canciones.
Abrevaba también en Garcilaso y Pedro Espinosa. (Góngora
vendría luego) (...) A los ultraístas, que suponían
una violenta y casi armada reacción contra las formas clásicas
y románticas, escribir un soneto les habría parecido cometer
algo peor que un crimen. Y eso hice yo, poeta al fin y al cabo más
joven, libre, además de desconocido".
Añoranza
del mar
El
tema principal de la obra es la nostálgica añoranza del
mar: el vivir tierra adentro desde los quince años ha creado en
el espíritu del poeta un recuerdo imborrable de esa bahía
de Cádiz que le vio nacer -y cuyas cenizas, con el correr de los
años, albergará en su seno-, y que se difunde, con gran
acierto, por la mayoría de los poemas, especialmente de los que
integran la "segunda parte". Este tema principal -la actitud
sentimental de Alberti frente al mar, de irreprimible añoranza-
se articula en torno a una serie de "motivos marineros", que
el propio poeta enuncia así -de nuevo, en sus memorias-: "Aquella
novia apenas entrevista desde una azotea de mi lejana infancia portuense
se me fue transformando en sirena hortelana, en labradora novia de vergeles
y huertos submarinos. Empavesé los mástiles livianos de
mis canciones con gallardetes y banderines de los colores más diversos.
Mi libro comenzaba a ser una fiesta, una regata centelleante movida por
los soles del sur (...) Me imaginé pirata, robador de auroras boreales
por mares desconocidos. Entreví un toro azul -el de los mitos clásicos-
por el arco perfecto de la bahía gaditana, a cuyas blancas márgenes,
una noche remota de mi niñez, saliera yo a peinar la cauda luminosa
del cometa Halley. Vi, soñé o inventé muchas pequeñas
cosas más, sacadas todas de asquel pozo nostálgico, cada
día más hondo, según me iba alejando de mi vida primera,
tierra adentro".
Estructura
de la obra
Componen
el libro ciento dos poemas, que se agrupan en dos partes. La primera parte
se divide en nueve secciones: "Sueño del marinero" (poema
en tercetos encadenados que sirve como de prólogo a la obra), "Sonetos
alejandrinos" (tres), "Sonetos" (diez, en versos endecasílabos),
"El pino verde" (doce poemas), "Jardín de amores
-macetas-" (5 poemas), "Los héroes" (tres poemas),
"Nanas" (ocho poemas), "Tres poemas sueltos", y "Atlas"
(siete poemas); y la segunda parte, que alcanza un total de cincuenta
poemas, comprende tres secciones: la primera, integrada por veinticinco
poemas; la segunda, constituida por tres sonetos de factura clásica:
"Triduo de alba, sobre el Atlántico, en honor de la Virgen
del Carmen"; y la tercera, que está compuesta por otros veintidós
poemas.
La métrica
empleada por Alberti constituye otro de los indiscutibles aciertos poéticos
de Marinero en tierra. Los poemas son, por lo general, breves:
entre cinco versos -como en el poema "Mi amante"- y hasta quince,
aunque predominan los poemas de once, trece y quince versos; y solo en
algunos casos se ronda o supera la treintena de versos: así sucede
en "Sueño del marinero" -poema que encabeza la obra,
formado por doce tercetos encadenados, con un total de treinta y siete
versos-, y en la emotiva "Elegía del niño marinero"
-compuesta por cuarenta versos, distribuidos en diez cuartetas-, y también
en el poema que cierra el libro, "Funerales" -con otros veintiocho
versos agrupados en siete cuartetas-. Las estrofas suelen constar de dos
y cuatro versos, en la línea de la lírica primitiva de tipo
tradicional, a la que también responden el uso de construcciones
paralelísticas, de frecuentes estribillos -a modo de las "vueltas"
de los villancicos-, y de glosas breves de versos tomados de fórmulas
transmitidas por la tradición folclórica; todo lo cual confiere
a los poemas un ritmo sencillo, muy adecuado para contribuir al logro
de ese clima de afectividad y acendrado lirismo que se diluye por toda
la obra. En cuanto a la rima, se emplea indistintamente la asonante y
la consonante, y son muchos los poemas en los que, gracias a su adecuada
distribución, se obtienen sorprendentes efectos musicales -por
ejemplo, el titulado "Dondiego sin don"-. Y aunque el verso
más usado es el octosílabo, son también frecuentes
los heptasílabos, tetrasílabos, hexasílabos y eneasílabos;
y no resulta inusual la heterometría en un mismo poema -por ejemplo,
la combinación de versos de cuatro, seis, cinco, ocho, nueve y
tres sílabas en el gracioso poema "¡A volar!", compuesto
de quince versos, agrupados en tres conjuntos estróficos de cinco,
siete y tres versos-.
Valoración
crítica
De
Marinero en tierra dijo Juan Ramón Jiménez: "Poesía
popular, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez;
rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima".
Y es obra que revela la extraordinaria capacidad de Alberti para abordar
la lírica popular, utilizando como cauce expresivo la graciosa
métrica aprendida en los Cancioneros medievales y en Gil Vicente.
Pero también es obra que anticipa algunos rasgos comunes a toda
la futura poesía de Alberti: una gran destreza verbal, un sorprendente
dominio de la forma -que le permite los más audaces virtuosismos
técnicos con la mayor espontaneidad-; y una poderosa capacidad
plástica y sensual que entronca con su pasión por la pintura.
No es, por tanto, la poesía de Marinero en tierra fácil
de construir técnicamente; porque bajo su apartente sencillez,
late una depurada técnica literaria que logra hacerla cercana al
lector, permitiéndole disfrutar de un fresco y tierno lirismo.
Los poemas de Marinero en tierra podrían condensarse en
uno solo, que simboliza el deseo del poeta de sumergirse en el puro mundo
marino:
El
rey del mar
Los marineros lo
han visto
llorar
por la borda, fiero.
¡Por
las sirenas malditas,
matádmelo,
marineros!
Que
él quiere ser el rey del mar
y yo
también quiero serlo.
¡Mis hombros de
hombre de mar!
(Un
manto de agua salada,
para
vosotros, mis hombros).
¡Mi
frente de rey del mar!
(Una
corona de algas,
para
ti, mi sola frente).
Propuesta
de actividades
1.
Setenta y cinco años después de haberse publicado Marinero
en tierra, Alberti ha visto realizado uno de sus "anhelos marineros":
sus cenizas han sido esparcidas en la misma bahía gaditana de la
que "fue arrancado" siendo muy joven, para vivir "tierra
adentro". Localizar el poema -dedicado a Rodolfo Halffter- en la
que el poeta pide anhelantemente que, si su voz "muriera en tierra",
fuera llevada "al nivel del mar"; y comentar los ingenuos materiales
poéticos con los que ha construido Alberti una composición
desprovista de dramatismo, a pesar de la temática que la inspira.
2. En la primera
parte de Marinero en tierra, y bajo el título de "Nanas",
se reúnen ocho ingenuos poemas. Recoger algunas "nanas"
de la tradición popular y, una vez leídos los poemas de
Alberti, comparar éstos con aquellas, desde el punto de vista formal.
3. Evocar -en
una breve composición en prosa- las sensaciones y sentimientos
que despierta el reencuentro con el mar, tras haber permanecido largo
tiempo alejado de él.
4. Imitando
el estilo de Alberti, componer un poema, en cuartetas octosilábicas,
en el que se glose algún oficio relacionado con el mar, visto desde
el espíritu ingenuo de un joven grumete.
5. Otros poetas
de la Generación del 27, además de Alberti, han dedicado
al mar -y también a la añoranza de su ausencia- bellos poemas.
Recopilar una breve antología poética del 27, a base de
poemas que tengan el mar como protagonista.
6. Las formas
populares exhibidas por Alberti en Marinero en tierra tienen su
continuidad en los poemas de La amante, que son fruto de un viaje
que Alberti realiza por tierras de Castilla y por las provincias vascas;
y en ellos recoge las impresiones que le causan los pueblos -más
de un centenar- por los que pasa, así como sus gentes: cazadores,
carreteros, leñadores, pastores, lavanderas... Son poemas muy breves
-que no suelen sobrepasar los diez versos-, de gran sencillez estilística
-sin adornos inútiles-, y que, en todo momento, rehúyen
la interpretación más o menos filosófica de los paisajes
y personas que va descubriendo. Entresacar los poemas "ubicados"
en Peñaranda de Duero y comentar sus aciertos líricos.
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