|
|
Cuando
los alumnos españoles
son sólo una excepción
"La historia de nuestro colegio es la historia de la inmigración".
Así de rotundo se muestra Francisco Miguel Cabaña, director
del Colegio público Emilia Pardo Bazán, uno de los centros
de la capital que alcanza cerca del 90 por ciento de alumnado extranjero
en sus aulas. Ubicado en pleno barrio de Embajadores, esta escuela de
Infantil y Primaria levantada en época de la II República
por el arquitecto Antonio Flores "presume" de albergar un total
de 15 nacionalidades, y pese a todo, no morir en el intento.
De hecho, la dirección del centro y sus profesores están
bastante hartos de que cuando se habla de ellos o de colegios similares
se les tache despectivamente de ser un centro "gueto" y aseguran
que aunque sin duda las suyas no son las mejores condiciones, éstas
no tienen por qué estar reñidas con una escuela de calidad.
"Por supuesto que nos gustaría que hubiera un reparto más
equitativo del alumnado inmigrante, sobre todo en los centros concertados,
pero aún así debemos trabajar con los medios que tenemos
y buscar el mejor resultado", explica el jefe de estudios, Manolo
Jódar. Lo cierto es que la escuela goza de gran popularidad entre
los vecinos y sólo una semana después de que se abriera
el plazo de matriculación en los centros de la Comunidad de Madrid,
las plazas están cubiertas.
Tan sólo un primer acercamiento al colegio es suficiente para comprobar
que no se trata de un centro como los demás. Un cartel en el pasillo
principal da la bienvenida a todo el que llega con "holas" de
los diferentes países representados en la escuela. Hoy por hoy,
la palma se la llevan los ecuatorianos, que representan el 60 por ciento
del total de los extranjeros matriculados. Eso facilita mucho las cosas
puesto que la mayoría de los inmigrantes comparte el idioma, algo
que no siempre ha sido así. El fenómeno de llegada de los
alumnos inmigrantes comenzó en los años 90, momento en que
el número de marroquíes que solicitaba una plaza en el centro
fue masiva. Tras el aluvión de Marruecos, le siguió el de
los sudamericanos, aunque la "Pardo Bazán" tiene de todo:
indios, chinos, africanos... Sin duda, la excepción en las clases
son los niños españoles y en cada aula se encuentra, con
suerte, a dos o tres estudiantes madrileños. No obstante, en la
jefatura del centro se muestran contentos con la situación y relatan
cómo en la escuela se habla un idioma que tiende cada vez más
a la "telenovela" también entre los profesores (
).
Laura
Pérez de Ziriza
La Razón. 18 de mayo de 2002.
|
|