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cencia
víctimas de la pobreza, del desempleo y de la exclusión.
Esa pregunta
tiene un significado muy especial para esa infancia y adolescencia y,
también, para sus maestros. Posiblemente, lo que ellos esperan
sea un mundo más humano, donde puedan vivir la infancia y adolescencia
con dignidad humana. Tal vez no sepan cómo decir a sus maestros
que el problema de su humanización, a pesar de ser tan niños,
sea su preocupación ineludible. A partir de su precoz y trágica
experiencia de deshumanización, se preguntan muy pronto sobre la
viabilidad de su humanización. Esta constatación de la realidad
histórica de la humanización-deshumanización instigó
a Paulo Freire a meditar, en la década de 1960, sobre la pedagogía
del oprimido.
El tema "La
escuela como espacio público, exigencias humanas" nos lleva
en esa dirección:¿cómo repensar la escuela como espacio
público para una infancia-adolescencia sometida precozmente a la
trágica experiencia de la deshumanización? El referencial
para reflexionar sobre la escuela pública pasa a ser la infancia
popular que ella acoge.
En el contexto
latinoamericano, es fácil constatar la precariedad de lo público.
Los ideales que proclaman el estado mínimo rompen un proceso lento
de afirmación de lo público como única garantía
de los derechos sociales y humanos básicos para los sectores populares.
Sin embargo, la experiencia dramática de esa precariedad de lo
público en áreas tan básicas como vivienda, educación,
salud, seguridad, transporte, tierra, trabajo, etc., está causando
una reacción en defensa de lo público. Los movimientos sociales,
entre ellos el movimiento docente, restituyen la defensa de lo público.
Las movilizaciones a favor de los derechos están vivas en nuestros
ámbitos.
Las esperanzas
de recuperar la escuela como espacio público se refuerzan en los
movimientos sociales. Repensar los programas y el sentido social de la
escuela pública y, también, el propio sentido de la docencia
tiene como referencias, cada vez más, los ideales de liberación,
igualdad, emancipación, justicia, diversidad a partir de la multiplicidad
de los movimientos sociales.
En el ámbito
latinoamericano, es fácil constatar la precariedad de la vida.
Millones de adultos violentados por el desempleo, por el hambre (más
de cincuenta millones de personas sufren hambre en Brasil), sin ingresos,
sin tierra, sin techo... Millones de jóvenes sin horizontes de
trabajo y de vida. Millones de niños y de adolescentes sometidos
a trabajos inhumanos (sólo en Brasil, casi tres millones), obligados
a luchar por la supervivencia más elemental en las calles de las
ciudades y en el campo. La infancia no vivida. La adolescencia y juventud
que ha de disputar con los adultos la supervivencia.
¿Habrá
sitio en la escuela pública para esas vidas tan precarias? Una
profesora argentina comentaba sobre la pauperización de la infancia:
"No estábamos acostumbrados a tratar con niños pobres.
Y ahora, ¿qué hacer?", la gran mayoría de las escuelas
públicas latinoamericanas acogen, desde hace muchas décadas,
a niños y a adolescentes pobres, pero nunca tan miserables, tan
inhumanamente tratados. ¿Qué escuela pública se ocupará
de esa infancia real? La configuración de la escuela como espacio
público depende de nuestra capacidad de incluir dicha infancia
real (…).
Miguel
G. Arroyo
CUADERNOS DE PEDAGOGIA. Enero 2002.
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