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Tabaquismo juvenil Según un grupo de expertos reunidos en Las Palmas de Gran Canaria, el 40% de los alumnos españoles fuma o lo ha hecho en alguna ocasión y el inicio en el consumo se produce a los doce años. Estos datos vienen a constatar una situación que los profesores venimos observando desde hace tiempo. En los recreos (a escondidas) o al salir de clase, es muy común que los chicos se fumen un cigarrillo. La influencia del grupo y la idea de parecer mayor son algunas de las causas que propician el inicio en el hábito. Ante este desolador panorama, resulta urgente poner en marcha medidas preventivas que deberían desarrollarse en los colegios e institutos. Aunque está demostrado que las campañas antitabaco protagonizadas por deportistas o artistas de moda resultan más efectivas que las sugerencias de padres o profesores, no debemos eludir nuestra responsabilidad. No obstante, esta labor no debe recaer únicamente en el profesor, sino que también es importante el control de la publicidad y de los precios. Según tengo entendido, en los países en que el tabaco tiene un precio elevado, se empieza a fumar más tarde. En este sentido, los padres deberían colaborar en la promoción de hábitos saludables, aunque algunos no constituyen un buen ejemplo, ya que son fumadores empedernidos y carecen de autoridad moral ante sus hijos. Las encuestas reflejan que la tercera parte de los adultos fumadores se inició en el consumo a los doce años. Por lo que los padres deberían reflexionar y plantearse el abandono del vicio, antes de transmitir mensajes de vida sana a sus hijos. Juan
Pedro Martínez Angulo
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El
sentir del maestro, Hay tres valores hoy un poco olvidados: el ser, el estar, el sentir y aunando los tres forman la vocación de maestro. Muchas veces, en nuestra juventud, al plantearnos nuestro futuro al escoger una carrera que marcará nuestra vida nos solemos fijar en el profesor y nos olvidamos del valor del auténtico maestro, de lo que es su ser y sentir: el "valor" del maestro nace en la raiz misma de la palabra (según una de las acepciones del diccionario maestro=persona de quien se han recibido enseñanzas de mucho valor) y este es la de ayuda. Efectivamente, el maestro adecuadamente preparado es esencial para el progreso del alumno pues el propósito de la enseñanza es sobre todo la apertura de la mente, la iluminación de la conciencia y la preparación para la vida. El verdadero maestro -el maestro vocacional, hoy en día escaso- tiene una actitud basada en su integridad como trabajador, posee lo que se podría denominar una humildad sana, respeta el trabajo que está haciendo y cultiva su destreza para que éste mejore, y con la actitud abierta y positiva hacia sus colegas de apreciación por el trabajo que realizan como miembros de claustro de profesores. Reconociendo que cada maestro tiene una propia contribución que aportar al grupo y es la disposición de aprender de cada uno de sus compañeros. La postura del maestro hacia sus discipulos no es la de ejercer poder sobre ellos (es cierto que lo tiene, ya que son susceptibles a su influencia) sino es abrir la percepción de sus propios poderes y habilidades, y enseñarles la maneras, los medios y las formas de expresar su potencialidad. Ayudándoles a "crecer" y no mateniéndoles en sumisión. Por eso es tan importante tener claro lo que significa ser maestro y también que no es suficiente con "ser maestro" sino que hay que vivirlo vocacionalmente, siendo conscientes del objetivo: convertir la preparación en disposición. Y por último pensar que los "maestros" aparecen bajo diversas formas, puesto que maestro es quien enseña, incluso puede ser "tu maestro" un alumno que te hace una pregunta en la que no habías pensado hasta ahora y la respuesta que le das al niño/a es la respuesta que te das a ti mismo: abiéndote te abres, enseñando aprendes. Está la visión utópica de lo que significa ser maestro. La realidad del día a dia es otra, pero aunando las dos se encuentra el equilibrio del profesor y lo que te hace continuar con entrega y entusiamo, a pesar del desánimo producido por los problemas cotidianos. María
P. Echeveste |
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