Las ignotas razones de la masacre en el instituto Columbine

La sociedad norteamericana trata de explicar las causas de la violencia escolar y juvenil que conmociona al país

La horrible masacre de Littleton, en los Estados Unidos, ha hecho reflexionar a muchas personas acerca del modelo de sociedad en que semejantes hechos pueden llegar a tener lugar. La facilidad con que se accede a la posesión de armas puede explicar por qué la violencia escolar fácilmente se traduce en disparos. Pero, no basta con ello. Es posible que haya algo de enfermizo en la propia sociedad americana.
 



El dolor de los alumnos del instituto Columbine, compañeros de víctimas y asesinos, refleja los sentimientos de consternación de todo el país (Foto: Efe)

FRANCESC PEDRO
No hace falta describir aquí los detalles de este desgraciado suceso para insistir en su gravedad. La coincidencia de que en el mismo estado de Colorado se hubiera convocado la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle, puede ser simplemente eso, una coincidencia. Pero en las calles de esta pequeña localidad también se encuentran los carteles en los que el actual presidente de la asociación, el actor Charlton Heston, con un rifle en las manos invita a afiliarse.
Transcurridos ya suficientes días como para empezar a analizar, desde cierta perspectiva, las razones de la masacre, los expertos no terminan de ponerse de acuerdo acerca de cómo resolver la pregunta principal: ¿Por qué?
Los dos autores materiales de la matanza, Dylan Klebold, de 17 años, y Eric Harris, de 18 años, pueden ser considerados hijos de la clase media prototípica en América. A decir verdad, su entorno familiar no ofrece ninguna particular explicación o pista, por mucho que la prensa sensacionalista quiera encontrarlos. La ciudad o, mejor dicho, el suburbio de Littleton, se encuentra al sur de la capital del estado de Colorado, Denver, hacia la falda de las Montañas Rocosas. La mayoría de los 1.965 alumnos del centro de enseñanza secundaria Columbine lo tienen prácticamente todo resuelto. En los últimos días, pudo verse el parking del instituto lleno con los coches último modelo de los propios alumnos (en los Estados Unidos puede conseguirse un carné de conducir a partir de los dieciséis años de edad). Eric vivía con sus padres: Thomas, que tiene una agencia de la propiedad inmobiliaria, y su madre, Susan, una asistente pedagógica en un centro de enseñanza superior. El precio estimado de su vivienda es de unos 100 millones de pesetas. Según se ha sabido, Eric conducía cada día su viejo BMW hacia la casa de la familia de su amigo Dylan, situada en otro barrio y con un valor estimado de unos 50 millones pesetas. El padre de Dylan es un piloto de las fuerzas aéreas ya retirado.

Sentimientos de rechazo y venganza
De una forma u otra, Eric y Dylan llegaron a sentirse desplazados en un centro escolar cuya compleja taxonomía social aparece dominada por verdaderos atletas y aprendices de modelo. En esta complicada trama social, se sentían rechazados y parecían determinados a vengarse. Así lo hicieron un fatídico martes a las 11.30 de la mañana, cuando los estudiantes del centro estaban en medio de la pausa para la comida. Vestidos con sus gabardinas negras accedieron al centro por una entrada adyacente a la cafetería escolar y empezaron a abrir fuego. El arsenal con que contaban es realmente inaudito: un rifle de asalto de 9 mm, una pistola automática con un cargador de 36 balas, dos escopetas con los cañones recortados y unas tres docenas de bombas caseras, algunas de las cuales llegaron a utilizar en su asalto.
No hace falta proseguir con los detalles. Cuando todo hubo pasado, la propia ciudad se lanzó a la búsqueda de respuestas. Nadie duda hoy de que los dos autores de la matanza estaban profundamente perturbados. Hasta hace dos años parecían completamente integrados en la escuela, pero, aparentemente sin razón alguna, un buen día empezaron a vestir de negro y a separarse de los demás.
Las gabardinas negras eran el símbolo de un grupo de una veintena de estudiantes autodenominado "la mafia de las gabardinas". Como grupo, despreciaban a todos los demás alumnos, de quienes se reían con frecuencia. Empezaron a escuchar música con temas nihilistas o suicidas, pertenecientes al denominado rock industrial de Alemania y a la música necrófila de Marilyn Manson. Se empezaron a identificar con "la cultura gótica", como le llamaban ellos, en la que hay que vestir siempre de negro y utilizar hasta maquillaje ensombrecedor. Uno de los dos llegó a desarrollar una verdadera obsesión por Hitler, cuyo aniversario coincide precisamente con el día del ataque, el 20 de abril.
Pero incluso los estudiantes que les conocían no podían adivinar que representaban una verdadera amenaza. Parecía tratarse de una banda más de las muchas que están presentes en los institutos norteamericanos, con la particularidad de que "la mafia de las gabardinas" estaba en el punto más bajo del escalafón social del centro escolar. De hecho, un año atrás, en enero de 1998, estos dos estudiantes fueron arrestados por apoderarse de un automóvil y, a consecuencia de ello, tuvieron que seguir un programa educativo para jóvenes. Apenas duró un mes. Los tutores que se ocuparon de ellos les describieron, tras pasar por este programa, como jóvenes "con un gran potencial, brillantes y muy probablemente tendrán éxito en la vida". Nada más lejos de la realidad.
El diario de uno de los dos jóvenes -la policía no ha querido indicar cuál de los dos- demuestra que los detalles de la masacre habían empezado a ser planificados un año atrás, para que tuviera lugar en el mismo día aniversario del nacimiento de Hitler. En el diario puede leerse: "queremos ser diferentes; queremos ser raros y no queremos que nadie nos someta... vamos a castigaros". Además del diario, que no deja de ser algo extremadamente privado, lo cierto es que hubo signos perfectamente perceptibles del creciente peligro que se estaba gestando. Por ejemplo, Eric disponía de su propio espacio en Internet, con vínculos a otros sitios con indicaciones para confeccionar bombas o acerca de los principios anarquistas. Ambos estudiantes llegaron a filmar un vídeo en el que hablaban de la posibilidad de destruir el centro escolar. Pero nadie les tomaba en serio, ni siquiera sus propias familias.

Derecho a poseer armas
Ahora los norteamericanos siguen preguntándose si el nombre de Littleton será uno más en la creciente lista de ciudades donde se han producido crímenes violentos entre jóvenes o si puede marcar un punto de inflexión en una tendencia creciente. Hasta el Presidente Clinton ha tenido que intervenir señalando que uno de los principales escollos, prácticamente invencible, es el derecho a poseer armas, expresamente reconocido en la Constitución de los Estados Unidos. La muy poderosa Asociación Nacional del Rifle no sólo reivindica el derecho a poseer armas sino que, a través de él, dice afirmar las libertades sobre las que se asienta el modelo político de los Estados Unidos.
Pero, probablemente, la intervención más sentida ha sido hasta el momento la del fiscal del distrito del condado de Jefferson, David Thomas, en una alocución que ha sido reproducida en las televisiones de todo el país. Frente al instituto, en un paisaje con nieve primaveral, el fiscal del distrito y, por consiguiente, oficial responsable del caso, habló con el corazón en la mano: "¿Qué está pasando en América? Eres la nación más grande del mundo y, sin embargo, esto ha tenido que suceder en un instituto en Colorado". El fiscal habló de todos los factores que podrían haber conducido a los asesinatos: del cambio cultural y de unos medios comunicación social que habitúan a los niños a la violencia, de su propio Departamento de Policía, que no pudo o no quiso darse cuenta de los signos de alarma patentes en la actuación de estos jóvenes, de cómo la sociedad americana parece dar la espalda a los niños. "Si nosotros, en América, no podemos darnos cuenta de la importancia de este momento -afirmó Thomas-, entonces no sé qué podría llegar a despertarnos de este letargo en el que vivimos".
¿Son éstas las consecuencias más visibles de lo que el escritor Edward Luttwak ha denominado el turbo–capitalismo? En sus propias palabras: "Hay mucha soledad en las paredes y en el mismo interior del sueño americano: esas verdaderas mansiones de los suburbios más ricos –como Littleton– donde convivirían los padres, sus hijos ya crecidos y los hijos de éstos, si no fuera porque no son lo bastante pobres para disfrutar de esta convivencia. Lo cierto es que las mansiones alojan a un joven que nunca tuvo tanto trabajo, a una mujer tanto o más ocupada que él, a unos padres que se encierran en su retiro, y a unos hijos a quienes apenas ven, con unos pocos amigos cuyo grado de compromiso y lealtad en otros lugares sólo les haría acreedores del calificativo de meros conocidos".

Esta información ha sido elaborada con la
colaboración del grupo de investigación en política educativa de la
Universidad Pompeu i Fabra

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