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Creciente
implantación de las escuelas concertadas en EE.UU. |
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Las escuelas concertadas, de reciente aparición en los Estados
Unidos, están ganando terreno. Se trata de centros financiados
enteramente con fondos públicos pero gestionados por entidades
privadas, con o sin ánimo de lucro. Su crecimiento ha sido espectacular
en los últimos años y la idea se extiende |
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Un
grupo de escolares durante
una visita a la Campana de la Libertad en Philadelphia. |
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Francesc Pedró La primera escuela concertada (charter school) apareció en el estado de Minnesota en 1991. Sus beneficios han sido objeto de elogio tanto por parte de los conservadores como por parte del propio presidente Clinton. La idea original es, de todos modos, distinta a la que de los centros concertados se tiene en España. Mientras que aquí se trata de centros de titularidad privada que reciben fondos públicos en el marco de un concierto educativo, en los Estados Unidos el concepto de escuela concertada se refiere, más bien, a centros de titularidad pública cuya gestión, en todos los órdenes (pedagógico, de plantilla, financiero), es entregada bajo un régimen de contrato a una entidad privada. Esta entidad puede ver en el contrato una oportunidad para cumplir con sus finalidades y objetivos, sin ánimo de lucro, o bien una ventana abierta a un negocio prometedor en el futuro. Tras Minnesota, California se lanza ahora a experimentar con esta nueva modalidad de prestación del servicio público de la educación. Actualmente hay en California 150 centros de este tipo, pero los planes de futuro prevén un crecimiento de alrededor de 100 centros más cada año. Se trata todavía de un número reducido si se compara con las 8.000 escuelas estatales, pero el Estado parece inclinado a impulsar las escuelas concertadas como una alternativa que, más tarde o más temprano, tiene que terminar por sustituir completamente a las escuelas estatales. Es característico de estas escuelas concertadas el sustraerse al control de las juntas escolares locales o de distrito. Están sometidas, por consiguiente, al control directo del Estado, y su contrato es revisado periódicamente y puede llegar a ser revocado por las autoridades si los resultados de los centros no alcanzan los objetivos pactados en el contrato. Por supuesto, quienes les dan su apoyo sostienen que la posibilidad de sustraer la provisión del servicio público de la educación al control de las burocracias y de las corporaciones docentes puede traducirse en una mayor flexibilidad y, por lo tanto, en una mejora ostensible de la calidad. Sostienen igualmente que la propia existencia de un contrato en el que se especifican, de forma objetivamente mensurable, los objetivos a lograr en un período específico de tiempo no sólo facilita obtener mayor rentabilidad de las inversiones públicas sino que se traduce también en una competencia que genera innovación en todos los órdenes, desde las fórmulas de gestión del personal docente hasta los recursos para conseguir un mayor éxito académico. Resultados no comprobados Sin embargo, es difícil afirmar cuáles son los resultados conseguidos hasta el momento, en parte porque en los Estados Unidos no existe todavía un sistema de evaluación externa de los resultados que permita obtener datos objetivos y comparables entre centros públicos, concertados y privados. De todos modos, un estudio del Departamento Federal de Educación ha demostrado que el 70% de estos centros no puede dar salida a todas las demandas de plazas que les llegan, lo cual viene a probar que las familias parecen apreciar la oferta de estos centros. Tampoco les faltan críticos. En efecto, los partidarios de mantener el monopolio del Estado no sólo en la regulación del servicio público de la educación sino también en su prestación directa, ven en este tipo de escuelas concertadas una oportunidad más para favorecer el elitismo y la segregación racial y económica, así como una amenaza al principio de la educación para todos. California siempre se ha distinguido por su capacidad para innovar en materia de educación. En los últimos años, sin embargo, muchos de los experimentos iniciados han terminado fracasando, sobre todo en el terreno de la innovación curricular. Se ha pasado, por ejemplo, de los métodos globales de enseñanza de la lectura y de los cursos de matemáticas modernas a la vuelta a los elementos básicos del currículum, poniendo el énfasis en las destrezas tradicionales. Actualmente existe aproximadamente un millar de escuelas concertadas de este tipo en los Estados Unidos que escolarizan a unos 250.000 alumnos. Pero su crecimiento ha sido espectacular en poco tiempo: durante el pasado curso académico se crearon 300 nuevos centros concertados. El presidente Clinton se le ha convertido en un decidido partidario de este tipo de centros porque refleja su concepción del papel del estado en la provisión de los servicios públicos. Para él se trata de garantizar que se consiguen los objetivos sociales característicos de la educación pública por medio de estrategias típicamente propias de las empresas privadas. En su reciente discurso sobre el estado de la nación afirmó tajantemente que haría todo lo posible para que en el año 2000 su número hubiera crecido hasta triplicarse. El estado que cuenta actualmente con un mayor número de centros concertados es el de Arizona, un estado tradicionalmente conservador en el que se localizan una cuarta parte del millar de centros existentes. Pero los partidarios de esta nueva visión se encuentran también en las filas de los demócratas. Por ejemplo, Rosa Parks, una defensora de los derechos civiles que luchó contra la segregación racial en el Sur en la década de los años 60, ha promovido la creación de uno de estos centros en Detroit, en el estado de Michigan. Los centros concertados también son muy populares en Silicon Valley, donde el multimillonario Reed Hastings ha invertido parte de su fortuna en la promoción de estas iniciativas. Su campaña le ha valido el nombramiento como miembro de la comisión sobre el futuro de la educación recientemente creada por el nuevo gobernador demócrata del estado de California, Gray Davis. Por su parte, el primer ministro británico, Tony Blair, ha empezado a utilizar la experiencia estadounidense como un punto de referencia en sus discursos acerca de la renovación de la administración educativa. De hecho, algunos condados como el de Surrey han empezado a dar los primeros pasos para atraer a empresas privadas hacia la gestión de centros escolares que presentan déficits o que no cumplen con las expectativas de las familias o de la propia administración. Para las autoridades supone una gran ventaja el establecimiento de un contrato que prescribe, de manera pactada por ambas partes, cuáles son los objetivos que deben lograrse. Esto convierte la educación escolar en una tarea mucho más transparente, aunque el riesgo del reduccionismo es evidente: sólo cuenta lo que está escrito en el contrato y es muy posible que algunos de los objetivos más importantes de la educación escolar queden fuera de él. Ahora ya no se habla, pues, de privatizar la educación en el sentido de vender las escuelas públicas al mejor postor. Se trata de privatizar la gestión de un servicio que seguirá siendo regulado por la autoridad pública, la cual en definitiva debería seguir manteniendo el control tanto de los resultados como de los procesos. Nuevas oportunidades de negocio Sin lugar a dudas, las nuevas escuelas concertadas abren la puerta a un nuevo sector de negocio. En los Estados Unidos las empresas privadas de educación cuentan con un 13% del mercado educativo, aunque están instaladas especialmente en el sector de la formación. Pero los analistas prevén un crecimiento de hasta el 25% de cuota del mercado en menos de dos décadas. Y este crecimiento se hará también sobre el mercado escolar. Las multinacionales escolares han empezado a aparecer y algunas de ellas ya cotizan en Wall Street: se trata de Knowledge Universe y de KinderCare. Son empresas especializadas en servicios educativos, pero junto a ellas han aparecido también otras dedicadas a generar beneficios ofreciendo la educación que las familias desean y garantizando los resultados: "si su hijo fracasa, le devolvemos el dinero". Por ejemplo, en 1991 Christopher Whittle, un empresario del sector de la comunicación, y Benno Schmidt, antiguo presidente de la universidad de Yale, fundaron Edison Project, una empresa consagrada a la educación privada que aspiraba al contar con un millar de centros. Pero, en conjunto, el negocio no parece estar tanto en la educación privada como en la oferta de servicios de gestión escolares a las autoridades públicas. Edison ha abandonado ya su sueño de contar con una red privada elitista pero ha firmado contratos para gestionar 51 centros públicos. Ha conseguido acreditar una reducción de los costes implicados en la provisión de educación pública, pero todavía es pronto para juzgar los resultados en el terreno educativo. La empresa líder en este sector es Nobel Learning Communities que se ha hecho con 138 contratos. Esta
información ha sido elaborada con la
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El nuevo modelo conlleva
una completa financiación pública de los centros |
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